Serie: Tiempo de Revolución
Ps. Jorge Macías Benitez
17 de Julio del 2022
Introducción
Hola buenos días, ¡Bienvenidos a esta Casa, la Casa de Dios, Reino de Dios Ministerios!
Soy el Pastor Jorge Macías Benítez, su hermano e Hijo de Dios; también de corazón te tiendo la mano, te abro el corazón y te quiero recibir, dar un abrazo…¡¡¡¡en el Amor del Señor!!!
No tengo ninguna duda al respecto de las tristes consecuencias ha acarreado el pecado.
Este hermoso mundo nuestro fue una vez un templo glorioso, y cada uno de sus pilares reflejaba la bondad de Dios, y cada una de sus partes era un símbolo del bien, pero el pecado ha corrompido y ha viciado todas las metáforas y las figuras que se puedan desentrañar de la tierra.
Ha descompuesto de tal manera la divina economía de la naturaleza, que esas cosas que eran cuadros inimitables de virtud, bondad, y divina plenitud de bendición, se han convertido en figuras representativas del pecado.
Es extraño decirlo, pero a la vez es extrañamente cierto, que los supremos dones de Dios se han convertido en los peores cuadros de la culpa humana, por el pecado del hombre.
¡Contemplen las corrientes de agua!
Brotando de sus fuentes, se precipitan por los campos, llevando la abundancia en su seno; los cubren por un tiempo, y después de unos días se apaciguan y dejan sobre la llanura un depósito fértil, en el cual arrojará la semilla el labriego para obtener una cosecha abundante.
Cualquiera habría llamado la irrupción de las aguas un hermoso cuadro de la plenitud de la providencia, de la magnificencia de la bondad de Dios hacia la raza humana; pero descubrimos que el pecado se ha apropiado de esa figura.
El comienzo del pecado es como el prorrumpir de las aguas. ¡Miren el fuego!
Cuán amablemente nos ha dado Dios ese elemento, para alegrarnos en medio de las heladas invernales.
Cuando huimos de la nieve y del frío, nos apresuramos al fuego de nuestro hogar, y allí, junto a la chimenea, calentamos nuestras manos y nos contentamos.
El fuego es un rico cuadro de las influencias divinas del Espíritu, un santo emblema del celo del cristiano; pero, ¡ay!, el pecado ha tocado esto, y la lengua es llamada "un fuego;" "es inflamada por el infierno," .
Esto es lo que se nos dice, y a menudo está evidentemente llena, cuando emite blasfemias y calumnias; y Santiago, al contemplar los males causados por el pecado, alza su mano y exclama:
"He aquí, ¡cuán grande bosque enciende un pequeño fuego!"
Luego está el sueño, uno de los más dulces dones de Dios, hermoso sueño:
"Dulce restaurador de la naturaleza cansada, sueño balsámico.”
Dios ha seleccionado al sueño como la mejor figura del reposo de los benditos.
"Así también traerá Dios con Jesús a los que durmieron en él,"
Dice la Escritura.
David lo coloca entre los dones peculiares de la gracia:
"Pues que a su amado dará Dios el sueño."
Pero, ¡ay!, el pecado no pudo dejar en paz ni siquiera esto.
El pecado ha contrarrestado inclusive esta metáfora celestial; y aunque el propio Dios había empleado al sueño para expresar la excelencia del estado de los benditos, sin embargo el pecado debía profanar inclusive esto, antes de poder expresarse.
Dice la Palabra de Dios en 1 Tesalonicenses 5: 6…
"Por tanto, no durmamos como los demás, sino velemos y seamos sobrios."
El sueño es empleado en nuestro texto como un cuadro de una condición pecaminosa.
Con esa introducción, procederé de inmediato al texto.
El "durmamos" del texto es un mal que debe ser evitado.
En segundo lugar, las palabras "Por tanto" son empleadas para mostrarnos que hay ciertas razones para evitar este sueño.
Ahora, puesto que el apóstol habla de este sueño con tristeza, es para enseñarnos que hay algunas personas, a quienes él llama "los demás," por quienes debemos lamentarnos, porque ellos duermen y no velan y no son sobrios.
El Título del mensaje hoy, es:
#A341 Despertemos …
Oremos
Un Mal Dormir
El apóstol habla de "los demás" que duermen.
Si revisamos el original, encontrarán que la palabra que es traducida como "los demás" tiene un significado más enfático.
Puede ser traducida como "el desecho," "Por tanto, no durmamos como el desecho," diría, esto es… como la gentuza, los espíritus innobles, los que no tienen una mente que se eleve sobre los problemas de la tierra; "por tanto, no durmamos como los demás," la innoble multitud ruin que no está viva al elevado llamado celestial de un cristiano.
"No durmamos como lo hace el desecho de la humanidad."
Es entonces que podremos descubrir que la palabra "durmamos," en el original, tiene también un sentido más enfático.
Significa un sueño profundo, una pérdida de conciencia casi extrema; y el apóstol indica que el desecho de la humanidad se encuentra ahora sumido en ese sueño profundo.
Vamos entonces a intentar explicar, si podemos, lo que quiso decir con eso.
En primer lugar, el apóstol quiso decir que el desecho de la humanidad está en un estado deplorable de ignorancia.
Quienes duermen no saben nada.
Puede haber júbilo en la casa, pero el haragán no comparte esa alegría; puede haber muerte en la familia, pero ninguna lágrima rueda por la mejilla del que duerme.
Grandes eventos pudieron haber acontecido en la historia mundial, pero él los desconoce.
Un terremoto pudo haber desplomado toda una ciudad debido a su magnitud, o una guerra pudo haber devastado una nación, o el estandarte del triunfo puede estar ondeando al viento, y los clarines de su país pueden estar saludándonos con la victoria, pero él desconoce todo eso.
"Su labor y su amor se han perdido, a la vez desconociendo y siendo desconocidos.”
El que duerme no sabe nada de nada.
¡Contemplen como el desecho de la humanidad coincide en esto!
Sabe mucho de algunas cosas, pero no sabe nada de las cosas espirituales; no tiene la menor idea de la persona divina del adorable Redentor; no puede ni siquiera adivinar los dulces gozos de una vida de piedad; no se puede elevar a los sublimes entusiasmos ni a los raptos íntimos del cristiano.
Háblale de doctrinas divinas, y éstas son para él un enigma; coméntale acerca de experiencias sublimes, y le parecen entusiastas fantasías.
No sabe nada de los gozos venideros; y, ¡ay de él!, se le olvidan los males que le vendrán si continúa en su iniquidad.
El grueso de la humanidad es ignorante; no tiene conocimiento; no tiene el conocimiento de Dios, no tiene ante sus ojos temor de Jehová; sino que con sus ojos vendados por la ignorancia de este mundo, marcha hacia delante por los caminos de la lujuria hacia ese fin terrible y seguro, la ruina eterna de sus almas.
Hermanos, sí somos santos, no seamos ignorantes como los demás.
Escudriñemos las Escrituras, pues en ellas tenemos la vida eterna, porque ciertamente ellas dan testimonio de Jesús.
Seamos diligentes; no permitamos que la Palabra se aparte de nuestros corazones; meditemos en eso tanto de día como de noche, para que podamos ser como el árbol plantado junto a corrientes de aguas.
"Por tanto, no durmamos como los demás.”
Además, el sueño describe un estado de insensibilidad.
Puede haber mucho conocimiento en quien duerme, escondido, almacenado en su mente, que pudiera ser muy bien desarrollado si pudiera ser despertado.
Pero él no tiene ninguna sensibilidad, no tiene conocimiento de nada.
El ladrón se ha introducido en la casa; tanto el oro como la plata están en las manos del ladrón; el hijo está siendo asesinado por la crueldad del que se ha metido en la casa; pero el padre duerme, aunque todo el oro y la plata que posee y su hijo más preciado, se encuentren en las manos del destructor.
Está inconsciente; ¡cómo podrá sentir, cuando el sueño ha sellado completamente sus sentidos!
¡Vean!, en la calle hay luto.
Un incendio acaba de destruir el albergue de los pobres, y los mendigos sin hogar se encuentran en la calle.
Están clamando a su ventana, pidiéndole ayuda.
Pero él duerme, y ¿qué sabe él, aunque la noche sea fría y aunque los pobres estén temblando por la tragedia?
No tiene conciencia; no siente nada por ellos.
¡Por allí!, tomen la escritura de su propiedad y quemen el documento; ¡por allá!, ¡prendan fuego a la casa!
Quemen todo lo que tiene en propiedad; dejen ahora que el fuego de Dios descienda y queme sus pertenencias; que el enemigo caiga sobre todo lo que tiene y lo devore.
Él duerme tan profundamente como si estuviera protegido por el ángel del Señor.
Tal es el desecho de la humanidad.
Pero, ¡ay!, ¡que tengamos que incluir en esa palabra "desecho" a la mayor parte de ella! ¡Cuán pocos hay que sienten espiritualmente!
Ellos sienten con mucha agudeza cualquier lesión corporal o cualquier daño a sus propiedades; pero ¡ay!, ¡no tienen ninguna sensación de ningún tipo por sus intereses espirituales!
Están parados al borde del infierno, pero no tiemblan; la ira de Dios está ardiendo en contra de ellos, pero no temen; la espada de Jehová está desenvainada, pero el terror no se apodera de ellos.
Ellos continúan con la danza festiva; beben la copa del placer intoxicante; se van de parranda y se entregan al libertinaje; todavía entonan la canción lasciva; sí, hacen más que eso; en sus vanos sueños desafían al Altísimo; mientras que, si se despertaran una sola vez a la conciencia de su estado, la médula de sus huesos se derretiría, y su corazón se disolvería como cera en medio de sus entrañas.
Ellos están dormidos, son indiferentes e inconscientes.
Puedes hacer cualquier cosa con ellos; puedes quitarles todo lo que es esperanzador, todo lo que pueda alegrarlos cuando se aproximen a la muerte, y sin embargo, no lo sienten; pues, ¿cómo pueden sentir algo mientras duermen?
"Por tanto, no durmamos como los demás, sino velemos y seamos sobrios.”
Además, el que duerme no se puede defender.
Miren a aquel príncipe; él es un hombre fuerte, ay, y un hombre fuerte armado.
Ha entrado en la tienda de campaña. Está cansado.
Ha bebido la leche que le dio la mujer; "en tazón de nobles le presentó crema," y comió; se tiró al suelo y durmió.
Ahora ella se acerca.
Tiene en su mano su mazo de trabajadores y su estaca.
¡Guerrero!, tú podrías disolverla en trozos con un golpe de tu poderoso brazo; pero ahora no puedes defenderte a ti mismo.
La estaca está en sus sienes; la mano de la mujer sostiene el mazo y la estaca ha perforado su cráneo; pues cuando se durmió quedó indefenso.
El estandarte de Sísara había ondeado victoriosamente sobre enemigos poderosos; pero ahora está manchado por una mujer.
¡Proclámenlo, proclámenlo!
El hombre que, despierto, hacía que las naciones temblaran, muere a manos de una débil mujer mientras dormía.
Así es el desecho de la humanidad. Duerme; no tiene ningún poder de resistir la tentación.
Su fortaleza moral se ha perdido, pues Dios se ha separado de ellos.
Está la tentación de la concupiscencia.
Son hombres de sólidos principios en asuntos de negocios, y nada los haría desviarse de la honestidad; pero la lascivia los destruye; son aprisionados como un pájaro en la trampa; están totalmente sometidos.
O, tal vez, es de otra manera que son conquistados.
Son hombres que no realizarían un acto impuro, que no tendrían ningún pensamiento lascivo; lo desprecian.
Pero ellos tienen otro punto débil, están atrapados por la copa. Son sometidos y atrapados por la borrachera.
O, si pueden resistir estas cosas, y no son dados ni al libertinaje ni a los excesos de vida, sin embargo, tal vez, la ambición entró en ellos; escondida bajo el nombre de prudencia se deslizó en sus corazones, y son conducidos a aferrarse al tesoro y a acumular el oro, aunque ese oro haya sido exprimido de las venas de los pobres, y aunque hayan chupado la sangre de los huérfanos.
Parecen incapaces de resistir sus pasiones.
Cuántas veces no se ha escuchado de algunos hombres:
"no puedo evitarlo, señor, sin importar lo que haga; resuelvo, y vuelvo a resolver, pero hago lo mismo; estoy indefenso; ¡no puedo resistir la tentación!"
Oh, por supuesto que no puedes, mientras estés dormido.
¡Oh, Espíritu del Dios viviente! ¡Despierta al que está dormido!
Que la pereza pecaminosa y la presunción, ambas, sean espantadas, no sea que quizá Moisés se encuentre con ellos en el camino, y encontrándolos dormidos, los cuelgue del patíbulo de la infamia para siempre.
Algo aún Peor
Ahora voy a dar otro significado a la palabra "durmamos."
El sueño también significa inactividad.
El labrador no puede arar sus campos mientras duerme, ni tampoco puede arrojar la semilla en los surcos, ni escudriñar las nubes, ni recoger su cosecha.
El marinero no puede izar su vela, o pilotear su barco a través del océano, mientras dormita.
No es posible que en la casa de cambio, o en el mercado, o en la casa de comercio, los hombres lleven a cabo sus transacciones con sus ojos fuertemente cerrados por el sueño.
Sería algo singular ver a una nación de personas que sueñan; sería una nación de ociosos.
Todos se morirían de hambre; no producirían ninguna riqueza del suelo; no poseerían nada para sus espaldas, no tendrían ropas ni alimentos.
¡Pero a cuántos encontramos en el mundo que están inactivos por causa del sueño!
Sí, digo inactivos.
Con eso quiero decir que están bastante activos en una cierta dirección, pero están inactivos en referencia a la dirección correcta.
¡Oh, cuántos hombres hay que están totalmente inactivos en todo aquello que es para la gloria de Dios, o para el bienestar de sus semejantes!
En cuanto a ellos, pueden "levantarse de madrugada e ir tarde a reposar, y comer su pan con temor;" para sus hijos, que representan un doble de ellos, pueden trabajar hasta que les duelan los dedos; pueden cansarse hasta que sus ojos enrojezcan en sus cuencas, hasta que su cerebro sea un torbellino, y ya no puedan hacer más, pero para Dios no pueden hacer nada.
Algunos dicen que no tienen tiempo, otros confiesan con franqueza que no tienen voluntad: para la iglesia de Dios no gastarían ni una hora, mientras que para el placer de este mundo podrían dedicar un mes.
No pueden gastar ni su tiempo ni su atención en los pobres.
Tal vez puedan tener tiempo que reservar para ellos mismos y para su propia diversión; pero para obras santas, para actos de caridad o piadosos, ellos declaran que no tienen tiempo libre; pero la razón es que no quieren.
¡Contemplen ustedes cuántos cristianos hay que profesan, pero que están dormidos en este sentido!
Están inactivos.
Cientos de pecadores se están muriendo en la calle; los hombres se están hundiendo en las llamas de la ira eterna; sin embargo, cruzan sus brazos, sienten compasión por el pobre pecador que perece, pero no hacen nada para mostrar que su compasión es real.
Asisten a sus lugares de adoración; ocupan su bien acojinado banco; desean que el ministro los alimente cada domingo; sin embargo, no le enseñan a ningún niño en la escuela dominical; no distribuyen ningún folleto en la casa del hombre pobre; no llevan a cabo ningún acto que pueda ser el instrumento para salvar almas.
Nosotros decimos que son hombres buenos; inclusive a algunos de ellos los elegimos para el oficio de diáconos; y sin duda son hombres buenos; son buenos de la misma manera como Antonio quiso decir que Brutus era honorable, cuando afirmó: "Eso somos todos, hombres honorables."
Eso somos todos, buenos, si ellos realmente fueran buenos.
Pero ellos son buenos en un sentido: buenos para nada; pues únicamente se sientan y comen el pan, pero no aran el campo; beben el vino, pero no cultivan la vid que lo produce.
Asi es… el que no Sirve… NO sirve
Piensan que deben vivir para sí, olvidando que "ninguno de nosotros vive para sí, y ninguno muere para sí.”
Oh, qué vasta cantidad de sueño tenemos en todas nuestras iglesias y capillas; pues, ciertamente, si nuestras iglesias se despertaran una vez, hablando de lo material, hay suficientes hombres y mujeres convertidos, y hay suficiente talento en ellos, y tienen suficiente dinero y tiempo suficiente, (otorgando Dios la abundancia de su Espíritu Santo, lo que haría con certeza si todos fueran celosos); hay lo suficiente para predicar el Evangelio en cada rincón de la tierra.
La iglesia no necesita detenerse por falta de instrumentos o por falta de medios; tenemos todo ahora, excepto la voluntad; tenemos todo lo que podemos esperar que Dios dé para la conversión del mundo, excepto únicamente un corazón para la obra, y el Espíritu de Dios derramado en medio de nosotros.
¡Oh!, hermanos, "no durmamos como los demás."
Todos podemos encontrar a "los demás" en la iglesia y en el mundo: "los desechos" de ambos grupos están profundamente dormidos.
Sin embargo, antes de finalizar este primer punto de la explicación, es necesario que diga simplemente que el propio apóstol nos suministra una parte de la exposición; pues la segunda frase, "sino velemos y seamos sobrios," implica que el reverso de estas cosas es el sueño, que es lo que él quiere decir… "Velemos."
Hay muchos que no velan nunca.
No velan nunca contra el pecado; no velan nunca contra las tentaciones del enemigo; no velan contra sí mismos, ni contra "los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida."
Ellos no están atentos a las oportunidades de hacer el bien; no velan por oportunidades para instruir al ignorante, para confirmar al débil, para consolar al afligido, para socorrer a los necesitados; no velan para encontrar oportunidades para glorificar a Jesús, o para encontrar tiempos de comunión; no velan por las promesas; no están atentos a las respuestas a sus oraciones; no están atentos a la segunda venida de nuestro Señor Jesús. Estos son el desecho del mundo: no velan porque están dormidos.
Pero nosotros velemos: así demostraremos que no estamos dormitando.
Además: "seamos sobrios," … esto se refiere principalmente a la abstinencia o temperancia en la comida y en la bebida.
Calvino dice que no es así: que esto se refiere más especialmente al espíritu de moderación en las cosas del mundo.
Ambos tienen razón; se refiere a ambos.
Hay muchos que son sobrios; otros duermen porque no lo son; pues la falta de sobriedad conduce al sueño.
No son sobrios: no pueden estar contentos de hacer un pequeño negocio; quieren hacer uno grande.
No son sobrios: no pueden hacer una inversión que sea segura; deben especular.
No son sobrios: si pierden su propiedad, su espíritu decae internamente, y son semejantes a hombres que están borrachos de ajenjo.
Si por otro lado, se vuelven ricos, no son sobrios: ponen de tal manera sus afectos en las cosas del mundo que se intoxican de orgullo, a causa de sus riquezas; se vuelven orgullosos por su bolsillo, y necesitan que los cielos sean elevados más alto, para que sus cabezas no se golpeen contra las estrellas.
¡Oh!, yo podría urgir este precepto en este momento, mis queridos amigos.
Se aproximan tiempos difíciles, y los tiempos ya son lo suficientemente duros.
Seamos sobrios.
El Temor… Hoy ha surgido principalmente por la desobediencia a este mandamiento: "seamos sobrios;" y si las personas que profesan su fe Hoy… hubieran obedecido este mandamiento, y hubieran sido sobrios, el Temor, en el peor de los casos, habría sido mitigado, si es que no hubiera sido evitado totalmente.
Ahora, en breve, ustedes que tienen algún dinero invertido, correrán al banco para retirarlo, porque temen que el banco se tambalee. No serán lo suficientemente sobrios para tener un poco de confianza en sus colegas, y ayudarlos en sus dificultades y de esta manera ser una bendición para la nación.
Los que piensan que se pueden obtener beneficios prestando el dinero que poseen a intereses usureros, no estarán contentos con prestar lo que tienen disponible, sino que estarán extorsionando y exprimiendo a sus pobres deudores, para tener más dinero que prestar.
Muy pocas veces los hombres se contentan con enriquecerse gradualmente; pero quien se apresura a ser rico no será inocente.
Conclusión
Cuídense, hermanos míos, si vinieran tiempos difíciles al mundo, si las casas comerciales se desplomaran y los bancos quebraran, cuídense y sean sobrios.
No hay nada que nos permita resistir tan bien el pánico, como el que cada uno de nosotros mantenga su espíritu en alto; simplemente levantándonos en la mañana, digamos: "los tiempos son muy difíciles, y hoy puedo perderlo todo; pero angustiarme no me servirá de nada; por tanto, voy a enfrentar con un corazón valiente la dura tristeza, y voy a continuar haciendo lo mío.
Las ruedas de los negocios podrán detenerse; yo bendigo a Dios, mi tesoro está en el cielo; no puedo ir a la quiebra.
He puesto mis afectos en las cosas de Dios; no puedo perderlas. ¡Allí está mi joya; allí está mi corazón!”
Vamos, si todos los hombres pudieran hacer eso, se ejercería una influencia para crear confianza pública; pero la causa de la gran ruina de muchos es la ambición de todos los hombres y el temor de algunos.
Si todos pudiéramos ir por el mundo con confianza, y con valor, y con coraje, no hay nada en el mundo que pudiera desviar tan bien el golpe.
Yo creo que el golpe va a darse; y hay muchos hombres aquí presentes, que son muy respetables, que pueden esperar convertirse muy pronto en mendigos.
La obligación de ustedes es poner de tal manera su confianza en Jehová, que puedan decir: "aunque la tierra sea removida, y se traspasen los montes al corazón del mar, Dios es mi amparo y fortaleza, mi pronto auxilio en las tribulaciones. Por tanto, no temeré;"
Haciendo eso, estarán creando mayores probabilidades de evitar su propia destrucción, que por cualquier otro medio que la sabiduría humana pudiera dictarles.
No seamos desenfrenados en los negocios, como los demás, sino que debemos despertar.
"No durmamos," no nos dejemos llevar por el sonambulismo del mundo, o sea, actividad y codicia en el sueño, pues hay algo mejor que eso: "sino velemos y seamos sobrios."
Oh, Espíritu Santo, ayúdanos a velar y ser sobrios.
Oremos
Ps. Jorge Macías Benitez
¡Dios les Bendice!