domingo, 14 de junio de 2020

#A240 La Misericordia de Dios

Serie: Tiempo de Transformación

 

#A240 La Misericordia de Dios

 

 

 

 

 

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Introducción

 

A partir de un sermón predicado la noche del Domingo 23 de Mayo, 1869

por Charles Haddon Spurgeon

En el Tabernáculo Metropolitano, Newington, Londres.
Y publicado el Jueves, 28 de Febrero, 1907.

 

Hola buenos días, ¡Bienvenidos a esta Casa, la Casa de Dios, ¡Reino de Dios Ministerios!

 

Amados en Cristo, queridos amigos, esta mañana del domingo 14 de junio del 2020, el Señor nos va a Ministrar del como Su Transformación en nosotros y quienes le hemos aceptado, invitado a nuestra corazón como Señor y Salvador personal, solo es posible por Su Gracia y Misericordia.

 

El Fundamento esta mañana, en Su Palabra nos dice:

 

"Por la entrañable misericordia de nuestro Dios."
Lucas 1: 78.

 

Una prueba de la grandiosa ternura de Dios es que se haya dignado pensar en Su criatura pecadora, el hombre.

 

Cuando el ser creado se estableció deliberadamente en oposición a su Creador, ese Creador pudo haberlo destruido, o haberlo abandonado a su propia suerte para que se fraguara su destrucción.

 

Fue la ternura divina la que se fijó en una criatura tan insignificante, comprometida insolentemente en una grave rebelión.

Fue también la infinita ternura la que había considerado tan cuidadosamente al hombre, mucho tiempo antes de todo eso, que elaboró un plan para que el hombre caído pudiera ser restaurado.

 

Es de ese Plan que incluye Su Infinita Misericordia, de lo que nos va a Ministrar este domingo con este Mnesaje Suyo que lleva por título:

 

La Misericordia de Dios

 

Oremos

 

Dios tuvo Compasión de Su Creación

 

Amados en Cristo, queridos amigos, ha sido una maravilla de la misericordia de Dios que Su Sabiduría infalible se uniera con el Poder todopoderoso para preparar un método mediante el cual el hombre rebelde pudiera ser reconciliado con su Hacedor.

 

Fue el máximo grado posible de compasion, de ternura que Dios entregara a Su propio Hijo, a Su Unigénito, para que derramara Su sangre y muriera para completar la grandiosa obra de nuestra redención.

 

Ha sido también compasión indescriptible que Dios, además del don de Su Hijo, se compadeciera de tal manera de nuestra debilidad y de nuestra impiedad, que nos envió al Espíritu Santo para conducirnos a aceptar ese "don inefable."

 

Es la compasión divina y sobrenatural la que soporta nuestra obstinación cuando rechazamos a Cristo, la divina compasión la que insiste repetidamente mediante reconvenciones e invitaciones encaminadas todas ellas a inducirnos a que tengamos misericordia de nosotros mismos, y aceptemos esa bendición inconmensurable que la entrañable misericordia de Dios nos presenta gratuitamente.

 

Amados en Cristo, queridos amigos, ha sido una maravillosa ternura de parte de Dios que, cuando pensó en salvar al hombre, no se contentó con restituirlo al lugar que había ocupado antes de haber caído, sino que quiso elevarlo mucho más arriba de su posición original; antes de la Caída, no había ningún hombre que se pudiera llamar en verdad el igual del Eterno.

 

Ahora, en la persona de Cristo Jesús, la naturaleza humana está unida con la Deidad; y de todas las criaturas que Dios ha hecho, el hombre es el único que ha sido tomado en unión con Él, poniéndolo por encima de todas las obras de Sus manos.

 

Amados, hubo infinita compasión, misericordia de Dios en Sus primeros pensamientos de amor hacia nosotros, y ha habido ternura divina en todo momento hasta ahora; esa misma compasión llevará a nuestras almas al cielo, donde diremos conjuntamente con David, "Tu benignidad me ha engrandecido."

 

Compasión y Misericordia


Amados en Cristo, queridos amigos, en la misericordia de Dios, hay un gran compasión en sus grandiosas provisiones.

 

Vemos allí a un soldado herido que se está desangrando hasta la muerte en el campo de batalla; se le acerca un amigo, misericordioso y tierno, y le trae agua fresca y refrescante que le ayudará a recuperar su conciencia, y podrá abrir otra vez sus ojos semiapagados.

 

Ahora, profundicemos en esta escena; está cubierto de sudor, pero allí tiene agua fría para refrescar su enfebrecido rostro.

 

Sus heridas están muy abiertas, y su vida se escapa de su cuerpo, pero su amigo ha traído consigo el aceite y las vendas con los que restañará sus heridas.

 

¿Es esto todo lo que ha provisto para el guerrero herido?

 

No, pues allí vemos una camilla, llevada por hombres que caminan con sumo cuidado para evitar que el pobre inválido sea sacudido. ¿Adónde lo van a llevar?

 

El hospital está preparado; la cama, tan suave, perfectamente adecuada para soportar tal cantidad de debilidad y dolor, está lista; la enfermera lo espera diligentemente para prestarle los servicios que se requieran.

 

El hombre muy pronto duerme un sueño que lo restaurará; y cuando abre sus ojos, ¿qué es lo que ve? Contempla la comida adecuada para sus circunstancias y necesidades; cerca de él se ha colocado un ramo de flores, para que con su belleza y fragancia le sirva de aliento y lo alegre; y un amigo se acerca con suaves pisadas, y le pregunta si tiene una esposa, o una madre, o algún amigo a quienes se les pueda escribir una carta.

 

Antes de pensar en lo que necesita, ya lo tiene allí a su lado; y casi antes de que pueda expresar un deseo, le es concedido.

 

Este es un ejemplo de la ternura, de la compasión del compañerismo humano, pero infinitamente mayor es la ternura, compasión y misericordia de Dios hacia los pecadores culpables.

 

Él ha pensado en todo lo que un pecador necesita, y ha provisto en abundancia todo lo que el alma culpable requiere para conducirla a salvo al propio cielo.

 

Amados, para cada caso individual, Dios, en el pacto de Su Gracia, ha preparado una cosa buena y diferente. 

 

Para grandes pecadores, cuyas iniquidades son muchas y graves, hay palabras llenas de Gracia como éstas:

 

"Si vuestros pecados fueren como la grana, como la nieve serán emblanquecidos; si fueren rojos como el carmesí, vendrán a ser como blanca lana."

Isaías 1:18

 

Amados, si el hombre no ha caído en las grandes profundidades del pecado deliberado, el Señor le dice, como el Salvador de corazón misericordioso le dijo a uno que estaba en esa condición: "Una cosa te falta;" y la gracia de Dios está preparada para suministrar esa cosa precisa.

 

Hay tantas cosas en la Palabra de Dios para alentar la necesidad de venir a Cristo como las hay para invitar al hombre inmoral a que abandone sus pecados, y acepte "la entrañable misericordia de nuestro Dios."

Si hay niños o jóvenes que deseen encontrar al Señor, esta promesa es especial para ellos, "Me hallan los que temprano me buscan."

 

Sí, inclusive para los pequeñitos hay tiernas palabras como estas:

 

"Dejad a los niños venir a mí, y no se lo impidáis; porque de los tales es el reino de los cielos."

Mateo 19:14

 

Amados, en el Pacto de Su Gracia, Dios ha respondido al caso peculiar de cada pecador que realmente anhela ser salvado.

 

Si estás muy triste y deprimido, decaído y a punto de desmayar, hay promesas y declaraciones divinas que se adecuan exactamente a cada caso.

 

Aquí algunas de ellas:

 

"El sana a los quebrantados de corazón, y venda sus heridas."

Salmos 147:3

 

"Se complace Jehová en los que le temen, y en los que esperan en su misericordia."

Salmos 147:11

 

"No quebrará la caña cascada, ni apagará el pábilo que humeare."

Isaías 42:3


Amados en Cristo, queridos amigos, todo parece estar establecido con el propósito de que independientemente de la condición en la que pueda haber caído un hombre por el terrible mal del pecado, Dios venga a él, no con rudeza sino con la mayor ternura, con compasión absoluta y
sobrenatural para darle precisamente lo que necesita.

 

Yo me gozo de poder decir que todo lo que el pecador necesita, entre el tiempo y la eternidad, es suministrado por el Evangelio de Cristo; todo lo necesario para el perdón, para la nueva naturaleza, para la preservación, para el perfeccionamiento, y para la glorificación, está atesorado en Cristo Jesús, en Quien agradó al Padre que habitase toda plenitud.


Antes de continuar, bendigamos la tierna y compasiva consideración de Dios, que previendo lo graves que serían nuestros pecados y nuestras aflicciones, nuestras necesidades y nuestras debilidades, ha dispuesto para nuestras grandes necesidades, una provisión ilimitada de gracia y misericordia.

 

Atrayendo al Pecador

 

Las antiguas prácticas de cirugía podrían haber sido útiles en su tiempo, pero en verdad no eran nada tiernas.

 

A bordo de un buque de guerra después de entrar en acción, ¡qué métodos tan ásperos eran adoptados por quienes intentaban salvar las vidas de los heridos!

 

Recuerdo con impacto y emoción, escenas de películas cono aquella en la que Denzel Whasington como soldado de color en un pelotón de blancos, recibe finalmente sus insumos al igual que todos los blancos y en medio de batallas cuentas y ¡tratamientos brutales incluyendo el serruchar extremidades incurables!

 

Amados, algunos de los remedios que leemos en los antiguos manuales de medicina, deben haber sido mucho más terribles que las propias enfermedades que pretendían curar, y yo no dudo que muchos de los pacientes murieran precisamente por el uso de esos ásperos remedios.

 

Ahora, el método de Dios de mostrar misericordia al hombre es siempre divinamente tierno, pleno de consideración y compasión.

 

Es siempre poderoso; pero, aunque es masculino en su fuerza, es femenino en su ternura, ¡Amen!

 

Queridos amigos, ¡Amados! considera entonces que Dios te ha enviado el Evangelio; pero ¿cómo te lo ha enviado?

 

Lo pudo haber enviado por medio de un ángel; un serafín luminoso podría haberse parado aquí para comentarte en encendidas y poderosas aunque sensibles frases, acerca de la misericordia de Dios.

 

Amados, quizá nos habríamos alarmado si lo hubieramos podido ver, y habríamos huido de Su Presencia; habríamos estado completamente fuera de condición para la recepción del mensaje angélico.

 

En lugar de haber enviado un ángel, el Señor ha enviado el Evangelio por medio de un hombre sujeto a pasiones semejantes a las nuestras; alguien que se puede identificar con nosotros en nuestra rebeldía, que afectuosamente tratará de entregarnos su mensaje de manera tal que satisfaga cualquier necesidad.

Es probable que algunos escucharon por primera vez el Evangelio de labios de su querida madre;
¿quién más podría contar esa historia tan bien como ella lo hacía? O tal vez lo has escuchado de una amiga, que con ojos inundados de lágrimas y pecho jadeante irradiaba la intensidad con que amaba tu alma.

 

¡Oh Amado!, da gracias que Dios no haya proclamado el Evangelio desde el Sinaí en medio de truenos, con sonido de bocina fortísimo y prolongado, haciéndote recordar la pavorosa convocación del último día tremendo; sino que el bendito mensaje de salvación, "Cree y vivirás," llega a ti brotando de la lengua de algún compañero, en tonos enternecedores que imploran ser bien recibidos.


Vean también la ternura de la misericordia de Dios en otro sentido, y es que el Evangelio no es enviado a ustedes en lengua desconocida. 

 

Hoy, nadie tenemos que acudir a la escuela para aprender griego, o hebreo, o latín, incluso para poder leer acerca del camino de salvación.

 

Nos es enviado en nuestra sencilla lengua materna.

 

Hoy, puedo decir honestamente que no he pretendido las bellezas de la elocuencia ni los refinamientos de la retórica; pero si ha habido una palabra, más tosca y apropiada que pudiera ser usada en lugar de otra, que yo haya considerado que favorecería mi propósito de presentar un claro mensaje del Evangelio, he elegido invariablemente esa palabra.

 

Aunque pudiera haber hablado de otra manera si así me lo hubiera propuesto, he decidido que lo correcto y lo mejor, es, como lo hizo el apóstol Pablo, "usar de mucha franqueza," aún más como Juan Hus aquel termendo reformador y siervo de Dios que en el siglo XIV nos dijo, “la verdad lo vence todo”, para que nadie que me escuche pueda decir honestamente, "no pude entender el plan de salvación como fue explicado por mi ministro."

 

Amado, como has oído el Evangelio predicado tan claramente que no necesitas de un diccionario para entenderlo, considera en esto la entrañable Misericordia de Dios, y Su Anhelo de ganar tu alma para Sí.

 

Amados, recuerden también, que el Evangelio llega a los hombres, no solamente por medio de la vía más adecuada del ministerio, y en el más simple estilo de lenguaje, sino que también viene a los hombres tal como son.

 

No importa cuál sea su condición, el Evangelio es adecuado para ustedes.

 

Si han llevado una vida de vicios, el Evangelio viene y les dice:

 

"Así que, arrepentíos y convertíos, para que sean borrados vuestros pecados."

Hechos 3:19-20


Por otra parte, ustedes pueden haber vivido una vida de justicia propia; si es así, el Evangelio nos instruye a hacer a un lado esa justicia propia, que no tiene ningún valor, que no es sino un montón de harapos inmundos, y nos indica que se pongan el vestido sin mancha de la
Justicia de Cristo.

 

Amados, cualquiera puede ser de corazón tierno, o ser todo lo contrario; sus lágrimas pueden fluir con facilidad, o pueden ser tan duros como una solera de molino; aunque en cualquier caso, el Evangelio de Dios es exactamente el necesitamos.

 

¡Oh Sí! Bendito Dios y el nombre del Señor, porque aunque un pecador esté exactamente a las puertas del infierno, el Evangelio se adapta a su desesperada condición, e inclusive puede levantarlo desde las profundidades de la desesperación.

 

Amados, observemos en especial otra cosa más, y es que la Misericordia de Dios es muy tierna porque viene a nosotros Ahora

 

Si cualquiera de nosotros, pudiera remediar de inmediato el dolor de una persona que sufre, y sin embargo, lo hicieramos esperar, su tratamiento sería a la vez, cruel y tardío.

 

No obstante el Evangelio de Dios dice:

 

"He aquí ahora el tiempo aceptable; he aquí ahora el día de salvación."

2ª. Corintios 6:2

 

Si un pecador está parado fuera de la puerta de la Misericordia, aunque sea por sólo media hora, debe culparse únicamente a sí mismo por esa exclusión.

 

Amados, si solamente obedeciera el mensaje del Evangelio y confiara en la obra consumada de Cristo, la puerta se abriría de inmediato; las demoras no son demoras de Dios, sino nuestras.

 

Si nosotros posponemos aceptación de Su Misericordia, somos los únicos responsables.

 

¿Qué nos pide Su Evangelio?

 

Amados en Cristo, queridos amigos, ¿Qué es lo que nos pide el Evangelio?

 

Ciertamente no nos pide nada sino únicamente lo que nos da.

 

No pide nunca de ningún hombre una suma de dinero para que pueda redimir su alma con oro.

 

Los más pobres son bienvenidos de todo corazón de la misma manera que los más ricos; y el mendigo que podría contar todo su dinero con los dedos de su mano, es recibido con la misma alegría que el millonario que posee inversiones y acciones y tierras y barcos.

 

Los pobres son invitados a venir a Jesús "sin dinero y sin precio."

 

El Señor, tampoco nos pide que hagamos severas penitencias o que nos castiguemos para hacernos aceptables a Él.

 

Él no requiere que sometamos nuestros cuerpos a la tortura, o que suframos una larga serie de mortificaciones externas y visibles de la carne.

 

Podemos confiar en Cristo estando sentados aquí, en una banca de la iglesia; y si así lo hacemos, seremos perdonados y aceptados de inmediato.


No se pide profundidad de conocimientos como una condición de salvación.

 

Amados en Cristo, queridos amigos, para ser cristiano, uno no necesita ser un filósofo.

 

·      ¿Te reconoces como un pecador: culpable, perdido, condenado, y reconoces que Cristo es un Salvador?

 

·      ¿Confías en que Cristo es tu Salvador?

 

Entonces eres salvo, sin importar cuán ignorante puedas ser acerca de otros asuntos.


Tampoco se pide una grandiosa medida de depresión espiritual como requisito para venir a Cristo.

 

Amados, yo sé, Conozco que algunos predicadores enseñan que no debes venir a Cristo hasta que no hayas ido primero con el diablo; quiero decir, que no debes creer que Cristo puede y quiere salvarte hasta tanto no hayas llegado, por decirlo así, hasta las meras puertas del infierno, en terror de conciencia y horrorosa depresión de espíritu.

 

Jesucristo no les pide nada parecido a eso; pero si ustedes verdaderamente se arrepienten y abandonan sus pecados, renuncian a los males que los están destruyendo, y ponen su confianza en las aflicciones y en los dolores que Él soportó en la cruz, ustedes son salvos.

 

Conclusión

 

Amados, el Evangelio ni siquiera les exige una gran cantidad de fe.

Para ser salvos, no se requiere la fe de Abraham, ni la fe de Pablo ni de Pedro; se requiere una fe igualmente preciosa, una fe similar en sustancia y en esencia, pero no en grado.

 

Con sólo que Él te deje tocar el borde de Su manto, quedarás sano.

 

Aunque tu mirada sea una pobre contemplación tan temblorosa que tengas la impresión que escasamente lo has visto, sin embargo, esa mirada será el medio de salvación en algunos casos y de acelerar Transformación, en otros.

 

Si tan sólo puedes creer, todas las cosas son posibles para el que cree; y aunque tu fe sea sólo como un grano de mostaza, asegurará tu entrada al cielo.


¡Oh Amado, cuán precioso Salvador es Cristo!

 

Si tú tienes sincera confianza en Él, aunque sea débil y lánguida, serás aceptado.

 

Si de corazón le puedes decir a Cristo: "Señor, acuérdate de mí cuando vengas en tu reino," pronto tendrás Su confirmación llena de gracia: "De cierto te digo que estarás conmigo en el paraíso."

 

No te engañes a ti mismo con la idea que tienes que hacer mucho y sentir mucho para poder estar preparado para venir a Cristo.

 

Toda esa aptitud no es sino ineptitud.

 

Todo lo que debes hacer para estar listo para que Cristo te salve es hacerte más inepto.

La condición adecuada para lavarse es estar sucio; la condición adecuada para recibir ayuda es ser pobre y necesitado; la condición adecuada para ser sanado es estar enfermo; y la condición adecuada para ser perdonado es ser un pecador.

Si tú eres un pecador, y yo te aseguro que lo eres, contamos con la inspirada declaración apostólica:

 

"Palabra fiel y digna de ser recibida por todos: que Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores;"

1ª. Timoteo 1:15

 

Podemos agregar a esa declaración, las propias palabras de nuestro Señor:

 

"El que en él cree, no es condenado;"

"El que creyere y fuere bautizado, será salvo."

 

¡Oh, Amados, que el Señor les conceda a todos ustedes la gracia de recibir este Evangelio inmerecido, cuyos requerimientos son tan entrañable y misericordiosamente llevados hasta su condición de abatimiento!

 

Oremos

 

¡Dios los Bendice!

 

Ps. Jorge Macías Benítez