domingo, 16 de febrero de 2020

#A223 Juicio y Justicia del Rey. II

Serie: Conozcamos a Dios

#A223 Juicio y Justicia del Rey. II





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Introducción

Hola buenos días, ¡Bienvenidos a esta Casa, la Casa de Dios, ¡Reino de Dios Ministerios!

Vamos a la parte final de nuestro Fundamento en Su Palabra de de esta Serie, que nos dice en Isaías 9:6-7:

“6Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado, y el principado sobre su hombro; y se llamará su nombre Admirable, Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz7Lo dilatado de su imperio y la paz no tendrán límite, sobre el trono de David y sobre su reino, disponiéndolo y confirmándolo en juicio y en justicia desde ahora y para siempre. El celo de Jehová de los ejércitos hará esto.”

Permítanme Amados en Cristo, queridos amigos, recordar y dar contexto de la Ministración del Señor, Cristo mismo por medio del Espíritu Santo, la semana pasada.
La resurrección futura de la que nos habla el Apocalipsis 20:5, es una de las razones por las que Pablo instruye a los cristianos gentiles que no se “jacten” como si estuvieran reemplazando a los israelitas en el plan de salvación de Dios como nos dice en Romanos 11:18.
Quería que entendieran por qué ellos, como las desgajadas ramas naturales de Israel, deberían sentirse humildemente agradecidos por haber sido “injertados” en el “olivo” de los herederos de Abraham.
No tenían razón para ufanarse:
“18 no te jactes contra las ramas; y si te jactas, sabe que no sustentas tú a la raíz, sino la raíz a ti. 19 Pues las ramas, dirás, fueron desgajadas para que yo fuese injertado. 20 Bien; por su incredulidad fueron desgajadas, pero tú por la fe estás en pie. No te ensoberbezcas, sino teme. 21 Porque si Dios no perdonó a las ramas naturales, a ti tampoco te perdonará. 22 Mira, pues, la bondad y la severidad de Dios; la severidad ciertamente para con los que cayeron, pero la bondad para contigo, si permaneces en esa bondad; pues de otra manera tú también serás cortado. 23 Y aun ellos, si no permanecieren en incredulidad, serán injertados, pues poderoso es Dios para volverlos a injertar. 24 Porque si tú fuiste cortado del que por naturaleza es olivo silvestre, y contra naturaleza fuiste injertado en el buen olivo, ¿cuánto más estos, que son las ramas naturales, serán injertados en su propio olivo?”
Romanos 11:18-24
Pablo también recalca que todas las promesas hechas en el pasado a Israel serán cumplidas porque “irrevocables son los dones y el llamamiento de Dios” versículo29.
Este 8to. y último Mensaje de esta Serie: Conozcamos a Dios, lleva por título:

Juicio y Justicia del Rey
Parte II

Oremos
El Rechazo de los Hebreos

¿Por qué era tan importante confirmar la fidelidad de las promesas que Dios le hizo a Israel, que Pablo quería que todos los gentiles conversos lo entendieran así?
La historia nos da la respuesta.
Poco menos de un siglo después de la muerte de Pablo, la división que había tratado de evitar entre los hebreos y los gentiles dentro del cristianismo, se empezó a presentar a gran escala.
La mayoría de los gentiles conversos que ya en ese entonces eran “cristianos” al menos de nombre, rechazaron el papel de Israel en el plan de salvación de Dios y abandonaron la ley de Dios.
Decidieron verse a sí mismos como el reemplazo de los hebreos.
Cuando este concepto se hubo introducido en sus creencias, ellos fueron blanco fácil de otros engaños.
La mayoría de esos engaños todavía ejercen influencia en las principales ramas del cristianismo en la actualidad.
Amados, esa transición marcó el comienzo de una nueva perspectiva teológica que no sólo rechazaba a los hebreos, sino que también menospreciaba todo aquello que se percibiera como “judío”, incluso las Escrituras que llamamos el Antiguo Testamento.
Se desvirtúa la justificación por medio de Cristo
Ahora, debe ser fácil entender el razonamiento de Pablo al afrontar el problema de juzgar que se presentaba entre los cristianos en Roma.
Pablo sabía que si no entendían correctamente la razón de su llamamiento, eso pronto los conduciría al desastre.
Por eso explica en Romanos 2 versículo 1:
“Por lo cual eres inexcusable, oh hombre, quienquiera que seas tú que juzgas; pues en lo que juzgas a otro, te condenas a ti mismo; porque tú que juzgas haces lo mismo”
Amados en Cristo, queridos amigos, de acuerdo al Diseño de Dios, cada persona es candidata a la justificación exactamente por lo mismo: por medio de Jesucristo (v.26) y no debido a que un grupo o persona sea superior a la otra.
En Romanos 4, Pablo se refiere al ejemplo de Abraham, cuya fe lo llevó a obedecer a Dios.
Su propósito es ayudar a los gentiles conversos a obedecer los mandamientos de Dios como una parte fundamental del arrepentimiento.
Pablo está de acuerdo con Santiago en que:
“la fe, si no tiene obras, es muerta en sí misma” Santiago 2:17
Debido a ello es que nos dice cómo la fe de Abraham debiera tomarse como la base de su obediencia, en lugar de pensar que la obediencia fuera la base de su fe.
Vamos a Romanos 4:13 y  a Santiago 2:17-24; veamos que nos dice la Palabra de Dios:
“Porque no por la ley fue dada a Abraham o a su descendencia la promesa de que sería heredero del mundo, sino por la justicia de la fe.”
Romanos 4:13
“17 Así también la fe, si no tiene obras, es muerta en sí misma.
18 Pero alguno dirá: Tú tienes fe, y yo tengo obras. Muéstrame tu fe sin tus obras, y yo te mostraré mi fe por mis obras. 19 Tú crees que Dios es uno; bien haces. También los demonios creen, y tiemblan. 20 ¿Mas quieres saber, hombre vano, que la fe sin obras es muerta? 21 ¿No fue justificado por las obras Abraham nuestro padre, cuando ofreció a su hijo Isaac sobre el altar? 22 ¿No ves que la fe actuó juntamente con sus obras, y que la fe se perfeccionó por las obras? 23 Y se cumplió la Escritura que dice: Abraham creyó a Dios, y le fue contado por justicia, y fue llamado amigo de Dios 24 Vosotros veis, pues, que el hombre es justificado por las obras, y no solamente por la fe. 25 Asimismo también Rahab la ramera, ¿no fue justificada por obras, cuando recibió a los mensajeros y los envió por otro camino? 26 Porque como el cuerpo sin espíritu está muerto, así también la fe sin obras está muerta.”
Santiago 2:17-24

Abraham entendió claramente que necesitaba ayuda para poder ser capaz de obedecer a Dios.
Amado, Escucha:
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Abraham no obedeció a Dios para recibir fe; antes, Dios le dio a Abraham la fe que necesitaba para que estuviera dispuesto a obedecerle y pudiera hacerlo.
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Ahora, los descendientes naturales de Abraham por medio de su nieto Jacob no siguieron su ejemplo de fe obediente.
En la época de Pablo su confianza estaba basada en gran parte en la percepción equivocada de que su justicia era superior.
Como resultado de ello, muchos hebreos no eran capaces de percibir la imperiosa necesidad que tenían de ser justificados por Cristo.
Esperaban a un rey que iba a expulsar las legiones romanas y los iba a exaltar a ellos como creían que merecían, no a un Salvador que los limpiara de sus pecados.
Dios usa a Pablo y nos indica en Romanos 5:1-17 los beneficios de ser justificados por medio de la fe.
Entre estos beneficios están la “paz con Dios” (v.1), el acceso directo a él por la fe (v.2) y “el don de la justicia”, hecho posible por el perdón de las culpas pasadas y el don del Espíritu Santo (v.17).
Amados, sin estas Bendiciones, nadie puede agradar a Dios.
Así que el arrepentimiento, el perdón de pecados por la sangre derramada de Cristo y la recepción del don del Espíritu Santo son esenciales para que uno pueda ser Transformado, en una persona justa.
Dios instruye a Pablo que nos dice claramente:
“Porque somos sepultados juntamente con él para muerte por el bautismo, a fin de que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en vida nueva” Romanos 6:4
Respuesta a la Misericordia de Dios

El convertirse en una nueva persona, transformada por el Poder del Espíritu de Dios, era lo que Pablo quería que los cristianos en Roma tuvieran como su enfoque central.
Estaba tratando de que comprendieran cabalmente que este caminar en “vida nueva” se logra cuando obedecemos a Dios con todo el corazón.
Sólo aquellos que se arrepienten y son perdonados, son guiados por el Espíritu Santo en una vida de obediencia tal como lo revelan las leyes y enseñanzas espirituales de Dios.
Solo así es que tendremos éxito en este camino espiritual.
Pablo continúa:
“¿No sabéis que si os sometéis a alguien como esclavos para obedecerle, sois esclavos de aquel a quien obedecéis, sea del pecado para muerte, o sea de la obediencia para justicia? ... Mas ahora que habéis sido libertados del pecado y hechos siervos de Dios, tenéis por vuestro fruto la santificación, y como fin, la vida eterna. Porque la paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro” Romanos 6:16, 22-23
Pablo comienza Romanos 7 con el ejemplo de una mujer casada que queda liberada de cualquier obligación que por ley pudiera tener con su esposo, una vez que éste ha muerto.
Su muerte la libera de ese matrimonio.
Comparando, explica que “habéis muerto a la ley mediante el cuerpo de Cristo” en el versículo4.
Amados en Cristo, queridos amigos, Pablo no dice que la ley está muerta.
Más bien, nosotros morimos a la ley mediante el arrepentimiento.
Esto es, que la ley reclama nuestra vida como pena por haberla quebrantado y esto queda cubierto por la muerte expiatoria de Cristo, quien murió en nuestro lugar.
Pablo explica que así como la mujer queda libre de la ley específica que la unía a su esposo, por medio de la muerte de Jesús nosotros quedamos liberados de la pena de muerte que merecemos por nuestros pecados pasados.
Nuestra respuesta debe ser “que llevemos fruto para Dios” en lugar de estar “llevando fruto para muerte” (vv.4-5) de Romanos 7:
“1 ¿Acaso ignoráis, hermanos (pues hablo con los que conocen la ley), que la ley se enseñorea del hombre entre tanto que este vive? 2 Porque la mujer casada está sujeta por la ley al marido mientras este vive; pero si el marido muere, ella queda libre de la ley del marido. 3 Así que, si en vida del marido se uniere a otro varón, será llamada adúltera; pero si su marido muriere, es libre de esa ley, de tal manera que si se uniere a otro marido, no será adúltera.
4 Así también vosotros, hermanos míos, habéis muerto a la ley mediante el cuerpo de Cristo, para que seáis de otro, del que resucitó de los muertos, a fin de que llevemos fruto para Dios. 5 Porque mientras estábamos en la carne, las pasiones pecaminosas que eran por la ley obraban en nuestros miembros llevando fruto para muerte. 6 Pero ahora estamos libres de la ley, por haber muerto para aquella en que estábamos sujetos, de modo que sirvamos bajo el régimen nuevo del Espíritu y no bajo el régimen viejo de la letra.

Esta liberación sólo se aplica a la condena de muerte que la ley impone a todos los pecadores.
No es una liberación de la obligación de respetar y practicar el camino de vida de justicia tal como lo define la ley.
Pablo lo resume en el versículo 6 de Romanos 7:
“6 Pero ahora estamos libres de la ley, por haber muerto para aquella en que estábamos sujetos, de modo que sirvamos bajo el régimen nuevo del Espíritu y no bajo el régimen viejo de la letra.
Lo que quería que quedara claro era que después de haber sido perdonados, el Diseño de Dios en cuanto a la Obediencia es que debemos sobrepasar la simple letra de la ley.
Amados en Cristo, queridos amigos, debemos obedecer la intención, el espíritu de la ley, no haciendo lo mínimo que se requiere explícitamente.
Amado, Escucha, la ley nos sirve también como guía y marco de referencia para tener un pensamiento y una conducta verdaderamente íntegros, aunque claro es que vivimos en nuestro Libre Albedrío.
Controlando nuestra naturaleza carnal

Una vez que Pablo establece que debemos andar en vida nueva, resistiendo la tentación a pecar, comienza a compartir cómo podemos superar la debilidad de nuestra naturaleza carnal, con todos sus malos deseos:
¡Por medio del Poder del Espíritu Santo!
Regresando a Romanos 7, Pablo se pone a sí mismo como ejemplo describiendo su propia batalla con los mismos deseos e impulsos carnales que nos pueden tentar a pecar a todos.
Establece un contraste entre su inmenso respeto por la ley de Dios y los deseos carnales contra los que tiene que luchar en su propio ser.
“De manera que la ley a la verdad es santa, y el mandamiento santo, justo y bueno. ¿Luego lo que es bueno, vino a ser muerte para mí? En ninguna manera; sino que el pecado, para mostrarse pecado, produjo en mí la muerte por medio de lo que es bueno, a fin de que por el mandamiento el pecado llegase a ser sobremanera pecaminoso. Porque sabemos que la ley es espiritual; mas yo soy carnal, vendido al pecado” Romanos 7:12-14.
Esta debilidad de todos nosotros, la cuál no es una debilidad de la ley de Dios, es el problema que tanto los hebreos como los gentiles tienen que reconocer, combatir y resolver con la ayuda del Espíritu de Dios.
Es una batalla personal que sólo podemos ganar con la ayuda del Espíritu de Dios.
Veamos cuán claramente lo explica Pablo, nuevamente en Romanos 7:21-23:
“Así que, queriendo yo hacer el bien, hallo esta ley: que el mal está en mí. Porque según el hombre interior, me deleito en la ley de Dios; pero veo otra ley [las fuertes tendencias de la carne] en mis miembros, que se rebela contra la ley de mi mente, y que me lleva cautivo a la ley [la constante influencia] del pecado que está en mis miembros”

Rescatados de nuestra naturaleza carnal

Pablo nos comparte en los versículo siguientes de Romanos 7:
“¡Miserable de mí! ¿quién me librará de este cuerpo de muerte?” Romanos 7:24
De inmediato, contesta su propia pregunta:
“Gracias doy a Dios, [que la liberación vendrá] por Jesucristo Señor nuestro” v.25
Amados en Cristo, queridos amigos, las buenas intenciones no bastan para conquistar los deseos de la carne sin la ayuda de Jesucristo nuestro Sumo Sacerdote.
Ahora vamos al capítulo 8 de Romanos:
“Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu. Porque la ley [la presencia constante] del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte” Romanos 8:1-2
Amados en Cristo, claramente la “ley del pecado y de la muerte” no es la ley de Dios.
Pablo utiliza la palabra griega que significa “ley” para referirse a un poder o influencia dominante
Su propósito es marcar el contraste que se manifiesta por la lucha entre nuestra naturaleza carnal frente a la ley y el Espíritu de Dios en cuanto a qué lado ejercerá control en nuestro comportamiento.
Lo que Pablo quiere aclarar es que debemos recibir Poder espiritual de Dios para gobernar nuestra debilidad humana:
“Porque lo que era imposible para la ley, por cuanto era débil por la carne, Dios, enviando a su Hijo en semejanza de carne de pecado y a causa del pecado, condenó al pecado en la carne; para que la justicia de la ley se cumpliese en nosotros, que no andamos conforme a la carne, sino conforme al Espíritu” Romanos 8:3-4
El Espíritu de Dios nos permite Discernir y decidir, para entonces hacer lo que la ley requiere.
Con esta ayuda divina para superar nuestras debilidades naturales y carnales, se puede cumplir ahora en nosotros “la justicia de la ley” (v.4).
Ahora, Discirnamos nuevamente.
La “libertad” a la que se refería Pablo, es la libertad del dominio de la naturaleza carnal del hombre y la libertad de la condena a muerte por medio del perdón de pecados.
Pablo creía firmemente en la promesa de Dios:
“Y pondré dentro de vosotros mi Espíritu, y haré que andéis en mis estatutos, y guardéis mis preceptos, y los pongáis por obra” Ezequiel 36:27
Conclusión

Amados en Cristo, queridos amigos, entre sus comentarios finales a los cristianos en Roma, Pablo reconoce y elogia su obediencia:
“Porque vuestra obediencia ha venido a ser notoria a todos, así que me gozo de vosotros” Romanos 16:19
Luego continúa:
“El Dios eterno ocultó su misterio durante largos siglos, pero ahora lo ha revelado por medio de los escritos proféticos, según su propio mandato, para que todas las naciones obedezcan a la fe” vs.26, NVI
En toda su carta a los Romanos, Pablo nunca deja de enseñar que la fe produce obediencia a la palabra de Dios.
El meollo de su mensaje siempre es que:
“los designios de la carne son enemistad contra Dios; porque no se sujetan a la ley de Dios, ni tampoco pueden; y los que viven según la carne no pueden agradar a Dios” Romanos 8:7-8
¡Pablo, Lleno del Espíritu Santo Anhelaba que los romanos entendieran que sólo un nuevo corazón —que es la esencia del nuevo pacto— puede permitirle a uno obedecer a Dios con todo el corazón!

Oremos

¡Dios los Bendice!

Ps. Jorge Macías Benítez