domingo, 13 de marzo de 2022

#A325 Poder que Inspira

Serie: Dios de Pactos



Ps. Jorge Macías Benitez 

27 de Febrero del 2022

Introducción


Hola buenos días, ¡Bienvenidos a esta Casa, la Casa de Dios, Reino de Dios Ministerios!


Soy el Pastor Jorge Macías Benítez, su hermano e Hijo de Dios; también de corazón te tiendo la mano, te abro el corazón y te quiero recibir, dar un abrazo…¡¡¡¡en el Amor del Señor…!! 

La Biblia provee muchos ejemplos de cómo Dios proveyó líderes para su pueblo. Jesús es el modelo para todo líder. 

Él tuvo mayor poder, sabiduría y visión que cualquier líder pudiera desear, pero su ministerio fue siempre uno de servicio y aliento a otros. 

Su enseñanza fue inspiradora y desafiante. 

Hay tanto que aprender del ejemplo de liderazgo de Jesús. 

Otros líderes bíblicos que sirven de inspiración son Moisés, José, Nehemías y Daniel. 

Diferentes situaciones pueden requerir diferentes tipos de habilidades en el liderazgo – organización, sabiduría, humildad, fortaleza y visión.Jesús conocía y entendía a fondo las escrituras. 

Muchas veces usó este conocimiento para resaltar enseñanzas importantes o para responder preguntas desafiantes. 

También pasó mucho tiempo en oración y recibió la guía clara de Dios en todo lo que hizo.

Jesús resistió toda tentación. 

Otros líderes bíblicos a veces fallaron en esto. 

Pero todos tuvieron una relación vital y cercana con Dios que dependía de la oración, el estudio de la escritura y la inspiración del Espíritu Santo. 

Aunque cometieron errores, Dios les mostró paciencia y perdón en su trato con ellos.Los líderes bíblicos con frecuencia compartieron el peso del liderazgo y entrenaron a otros para tomar responsabilidad en el liderazgo. 

Por ejemplo, Jesús pasó mucho tiempo con sus doce discípulos; Daniel tuvo tres amigos cercanos; José y Nehemías se organizaron bien y delegaron responsabilidades a otros.

El Fundamento lo encontramos en la 1a. De Tesalonicenses 1: 5-10 que dice:

“pues nuestro evangelio no llegó a vosotros en palabras solamente, sino también en poder, en el Espíritu Santo y en plena certidumbre, como bien sabéis cuáles fuimos entre vosotros por amor de vosotros. Y vosotros vinisteis a ser imitadores de nosotros y del Señor, recibiendo la palabra en medio de gran tribulación, con gozo del Espíritu Santo, de tal manera que habéis sido ejemplo a todos los de Macedonia y de Acaya que han creído. Porque partiendo de vosotros ha sido divulgada la palabra del Señor, no solo en Macedonia y Acaya, sino que también en todo lugar vuestra fe en Dios se ha extendido, de modo que nosotros no tenemos necesidad de hablar nada; porque ellos mismos cuentan de nosotros la manera en que nos recibisteis, y cómo os convertisteis de los ídolos a Dios, para servir al Dios vivo y verdadero, y esperar de los cielos a su Hijo, al cual resucitó de los muertos, a Jesús, quien nos libra de la ira venidera.”

El título del mensaje este domingo es:

Poder que Inspira

Oremos


Expectativas en Fe

A un trabajador le gusta ver los frutos de su trabajo. Es muy desalentador que le dedique mucho esfuerzo y no pueda ver los resultados. 

Los trabajadores de Dios en la fe, continuarían esforzándose, aunque no vieran resultados; pero es más consolador, mucho más fácil continuar en el servicio, cuando ven que Dios los está bendiciendo. 

Ahora bien, no es malo que un ministro Cristiano hable de las conversiones que ha conseguido bajo su ministerio. 

Pablo dijo que él hubiera hablado de ellas, pero como otros lo hacían tan continuamente, no era necesario mencionarlas. 

Sin embargo, bajo ninguna circunstancia Pablo habría actuado mal, y por consiguiente, concluimos que es muy aceptable a veces que veamos lo que se ha hecho, y que hablemos de ello, y especialmente porque si cualquier ministerio hace algo bueno, es porque Dios lo ha hecho, y toda la gloria se le debe a Él y a Él solamente.

No hablar de lo que Dios ha hecho sería una ingratitud. 

Podría tener alguna semejanza con la humildad, pero en realidad sería deslealtad al Altísimo. 

Por eso mismo Pablo no dudó en hablar de sus conversos en Tesalónica, y de su buen carácter, y del buen fruto que habían dado, y de la forma en que habían difundido el evangelio en otras comarcas. 

Él no se jactaba; le daba la gloria a Dios, pero él comentaba lo que se había hecho. 

Nosotros pensamos que podemos hacer lo mismo; en la medida que Dios bendiga nuestro trabajo, cualquiera de nosotros puede hablar de ello para alabanza y gloria de Dios, y para él estímulo de nuestros compañeros trabajadores. 

El Apóstol en este pasaje nos dice lo que ha hecho Dios en Tesalónica. Procederemos de inmediato a desarrollarlo, pues nuestro texto es largo.

Y notarán ustedes que nos dice, primero, lo que había predicado en Tesalónica; luego cómo le había llegado a la gente; y, en tercer lugar, cuál había sido el resultado de esto para ellos mismos; y, en cuarto lugar, cuál había sido el resultado para otra gente. Primero, el Apóstol nos dice:

Lo que fué predicado

Primero, el Apóstol nos dice que"Nuestro evangelio", no llegó a vosotros en palabras solamente." 

¿Por qué le llama Pablo "nuestro evangelio"? 

Él no lo inventó; él no lo pensó, ni lo hacía nuevo cada domingo. 

No; era el evangelio de Cristo mucho antes que fuera el evangelio de Pablo. 

Sin embargo le llama nuestro evangelio para diferenciarlo, porque había otros evangelios. 

Había quienes llegaban y decían, "¡Esta es la buena nueva! y otros, por otro lado, decían, "¡Esta es la buena nueva! 

Ahora, Pablo dice que hay otro evangelio, y agrega, "No que haya otro, sino que hay algunos que os perturban." 

Él, por consiguiente, afirmó sus pies y dijo, "Traigan los evangelios que quieran, cada uno de ustedes; pero yo tengo un evangelio que predico, diferente al de ustedes, y ese evangelio es el que he predicado a los Tesalonicenses, el cual no les ha llegado en palabra solamente." 

En estos tiempos, amados míos, debe hacerse una diferenciación entre el evangelio de los hombres y el evangelio de Dios; hoy día el evangelio del hombre es bastante popular. 

Alguien se pone a pensar hasta que le duele la cabeza, produce disparates, viene y los ofrece como algo nuevo. 

Los hombres van hasta el fondo de un tema y lo baten hasta que remueven el lodo de ese fondo y luego no pueden ver su propio camino, y nadie más puede verlo, y luego salen con algo maravilloso y, usando palabras difíciles de pronunciar y más difíciles de entender, ganan el prestigio barato de ser grandes eruditos y profundos teólogos. 

Bien, dejemos que sigan su camino; ese es su evangelio; pero nosotros tenemos otro evangelio, el cual lo hemos ganado de otra manera, y deseamos propagarlo de otra manera. 

Pablo dijo "nuestro evangelio," pues, para hacer una distinción.

Pero también quiso decir que era su evangelio porque le había sido encomendado; lo había recibido como un depósito sagrado; él era, por decirlo así, un mayordomo de Dios, con la misión de preservar y mantener viva la verdad en el mundo; y Pablo la preservó sin adulterarla. 

Así cuando terminó su vida pudo decir, "He peleado la buena batalla, he guardado la fe." 

Si alguien adulteró el evangelio, no fue Pablo. 

Él lo entregó tal como Cristo se lo dio. 

¡Oh! ¡que cada uno de nosotros que es llamado a predicar el evangelio, y, por supuesto, cada miembro de la iglesia sienta que la verdad nos es encomendada para conservarla en el mundo! 

Nuestros antepasados la conservaron en la hoguera, y en el tormento cruel, y cuando se fueron al cielo en sus carros de fuego dejaron la verdad para que la preservaran sus hijos. 

Transmitida a nosotros por la larga fila de mártires y confesores, Presbiterianos y Puritanos, ¿qué vamos a hacer con ella ahora? 

¿No sentiremos que todo el costo de conservarla a través de los siglos nos exige actuar igual que ellos, si hubiera la necesidad (aun a costa de nuestra sangre) y que, mientras vivamos, nunca se diga que en nuestra vida, en nuestra oración, en nuestra conversación, o en nuestra predicación, el evangelio sufrió en nuestras manos? 

"Yo sé a quién he creído," dijo Pablo, y "estoy convencido de que él es poderoso para guardar mi depósito," o, más bien, como algunos lo interpretan, "Él es capaz de guardar mi depósito, el cual se me encomendó para guardar; también Cristo guardará y preservará el evangelio puro y claro, aun hasta la última hora del tiempo." 

¡Que el Señor nos lo conceda, para gloria de su nombre!

Pero además pienso que el Apóstol utilizó el término "nuestro evangelio" no sólo para diferenciarlo y porque sintió que le fue encomendado, sino porque él mismo lo había gozado y lo había experimentado. 

¿Qué derecho tiene alguien de predicar lo que no ha disfrutado ni hecho suyo? 

He oído de cierto médico que usualmente probaba sus propias medicinas en él mismo; seguro que debiera ser siempre la práctica de aquellos que sirven al médico celestial. 

¿Cómo vendremos y predicaremos el bálsamo de Galaad, el cual cura todas las heridas, si las nuestras no han sido curadas? 

¡En qué lastimoso caso se encuentra el desdichado que habla de regeneración, pero no ha nacido otra vez; que predica la fe, pero nunca ha creído; que habla de perdón, pero nunca ha sido lavado en la preciosa sangre; habla de la justicia de Cristo, pero tiembla en la desnudez de su propia corrupción! 

¡Ah! ¡hombre infeliz, ser heraldo de buenas nuevas, mientras él mismo no participa en ellas! 

Ezequiel, antes que tuviera que ir y hablar del mensaje de Dios, se le dio un mensaje, y ¿qué decía? 

"Hijo de hombre, come este rollo." 

Tuvo que tomar el mensaje escrito en el rollo y comerlo, y cuando estaba en su propio cuerpo entonces pudo hablar del mensaje con gran poder.

Es una buena máxima antigua la que dice: 

"Si tu predicación debe llegar al corazón, debe salir del corazón." 

Debe haber conmovido a nuestras almas, antes que podamos esperar conmover las almas de otros. 

El Señor es mi testigo que al predicar aquí a ustedes, todos estos años, amados míos, les he predicado lo que he probado y aplicado de la buena Palabra de Dios. 

He predicado la doctrina del pecado humano, porque he sentido su poder, sentido su amargura y vergüenza, y me he revolcado en el polvo ante Dios, casi con desesperación. 

Les he predicado el poder de la sangre preciosa para limpiar el pecado, porque he mirado hacia las amadas heridas de Cristo y he encontrado purificación en ellas. 

Sólo les hemos hablado de lo que nosotros mismos hemos conocido, y sentido, y comprobado que es cierto. 

Me iría a mi habitación esta noche sintiéndome desventurado si no tuviera más seguridad de la verdad de mi mensaje que la que pudiera encontrar en la experiencia de otros hombres.

Ahora muchos de ustedes están comprometidos en la predicación de Cristo a otros, y en enseñar a Cristo a los niños en las escuelas. 

Siempre hablen de la llenura de sus propios corazones, porque cuando puedan decir, "He probado esto; me regocijo en esto," la palabra de ustedes seguramente llegará con poder a los corazones de quienes los escuchan. 

El hombre que desee traer a otros a Cristo debe de imitar a Elías, el profeta, quien, cuando halló al niño muerto en su cama y que no podía ser levantado a la vida de ninguna manera, fue y puso su boca en la boca del niño, y sus manos sobre las manos del niño, y sus pies sobre los pies del niño, y entonces poco a poco la vida se le restituyó al niño. 

Debemos sentir una compasión interna por aquellos a quienes queremos traer a Cristo, y entonces proclamar desde nuestra propia alma lo que sabemos acerca del Salvador, y entonces llegará con frescura y con poder, y Dios y el Espíritu Santo bendicen esto. 

Esta entonces, fue la razón que Pablo tuvo para llamarlo "nuestro evangelio", el evangelio encomendado a él, el evangelio que había probado y aplicado a sí mismo.

Entrega del Evangelio del Reino

Pablo lo describe como viniendo en cuatro grados. 

Primero, dice, "nuestro evangelio no llegó a vosotros sólo en palabras, sino también en poder y en el Espíritu Santo y en cuarto lugar, en plena convicción." 

Bien, estas cuatro palabras me permiten dividir a mi auditorio en este momento. 

A todos los que han asistido regularmente a esta casa de reunión, que se han sentado en estas bancas durante algún tiempo, ciertamente nuestro evangelio ha venido en palabra; todos la han escuchado, y la han escuchado de tal manera que entienden su sentido, el don de ella. 

La han oído de muchas maneras y formas prestándole la debida atención. 

Ahora, es de temerse que hay algunos para los que la palabra ha venido en eso, en palabras solamente, y es muy triste para el predicador (y debe ser más triste para los que se encuentran en tal condición), que esta Palabra que da vida sea solamente una palabra. 

Hubo el banquete del evangelio, y el mensaje fue enviado, pero quienes habían sido invitados no vinieron al banquete. Escucharon el mensaje y eso fue todo. 

Allí están los enfermos junto al estanque de Betesda; ven el agua y eso es todo; pero no entran al estanque y no son curados. 

¡Oh, encontrarse enfermo y tener la curación a la mano! 

¡Tener hambre, y que el pan esté disponible! 

¡Estar sediento, y con un arroyo corriendo a nuestro pies, y no beber! 

Recuerden, queridos lectores, que si la Palabra de Dios viene a ustedes hoy como palabra solamente, algún día será más que eso, ya que es una verdad cierta de la Escritura que los que oyen la palabra son responsables por lo que oyen. 

"Mirad, pues, cómo oís," deberá ser algo a lo que tengamos que responder el día del juicio. 

"¡Ustedes escucharon el evangelio, pero lo rechazaron!" será una de las acusaciones que se presentarán en contra de los que lo escucharon, y será más tolerable para Tiro y para Sidón que para ellos. 

Me gustaría ahora dividir esta congregación, respondiendo a esta pregunta: 

"¿Cuántos hay aquí presentes para quienes el evangelio ha venido en palabra solamente?" 

Dejen que hablen sus conciencias; que cada hombre ponga su mano sobre su corazón y responda: 

"¿Es ese mi caso?" 

Si es así, rogamos que salgan de esa condición de inmediato, que no pasen ni un día más así. 

¡Que la Palabra venga a ustedes de otra manera!

Pero, en segundo lugar, había algunos a quienes les llegó con poder. Ahora bien, hay oyentes a quienes el evangelio les llega con un poder inspirador. 

Solían ser descuidados, pero ahora ya no pueden serlo. 

Oyen la palabra "¡eternidad! ¡eternidad! ¡eternidad!" resonando en sus oídos, y los sobresalta y los despierta. 

No pueden estar a gusto mientras estén enemistados con Dios; sienten que su nido está agitado. 

Ha llegado a ellos con poder. Más que eso, hay quienes han sentido un efecto aplastante; los ha golpeado duramente; ha magullado su rectitud; ha hecho astillas sus propias esperanzas; y aunque no han mirado hacia Cristo para la esperanza verdadera, sienten el poder del evangelio, que coloca a todas las otras esperanzas en el polvo. 

¡Ah! Yo sé que algunos de ustedes han sentido el poder del evangelio, porque se han ido a sus casas y han orado, tal vez docenas de veces, después de escuchar el sermón, se han ido a sus recámaras, y han comenzado a orar, pero a la mañana siguiente lo han olvidado. 

El bien de ustedes ha sido como el rocío de la mañana, y se ha evaporado cuando el calor de las preocupaciones del día le ha llegado. 

¡Ay! En muchos surcos hemos sembrado en vano. 

Hemos lanzado la semilla en terreno pedregoso; la hemos lanzado al lado del camino, y nuestros esfuerzos han sido vanos; sin embargo, debemos continuar todavía predicando el evangelio, porque a algunas personas les llegará aún con mayor poder.

Otra vez, yo pediría otra división de la congregación. 

Sé que hay algunos que estarán bajo esta división. No son salvos, pero no pueden burlarse del evangelio; no pueden pasar ante él con indiferencia. 

Es como una espada aguda de dos filos; perfora, corta, y hiere. 

Yo le ruego a Dios que los mate espiritualmente, para que puedan recibir nueva vida.

Ahora, el tercer grado de la llegada de la Palabra a Tesalónica fue que vino en el Espíritu Santo. 

¡Ah! Aquí está el camino bendito; porque si viene en otro poder que no sea éste, vendrá en vano; pero si viene en el Espíritu Santo, ¡Oh!, entonces, entonces se logra su objetivo, porque el Espíritu Santo aligera a los hombres por una misteriosa operación, que no podemos describir, pero que muchos hemos sentido, la cual llega a los hombres creando en ellos una nueva vida, y como ellos estaban muertos en el pecado entonces comienzan a vivir como no lo habían hecho antes. 

Ese mismo Espíritu los ilumina, mostrándoles mil verdades que nunca antes habían visto; descubren que han entrado en un nuevo mundo; han pasado de la oscuridad a la luz maravillosa. 

Entonces el Espíritu de Dios comienza a purificarlos. Los limpia de este y ese pecado, y los libra de impurezas, los renueva; está en ellos como un espíritu para quemar y consumir al pecado, un espíritu que los limpia limpiándolos de sus maldades. 

Luego viene como un espíritu de consolación y les da alegría y paz, los eleva sobre sus preocupaciones, sus tentaciones, sus dudas y los llena con un anticipo de bendición eterna. 

¡Oh! Bendito es ese hombre para quien nuestro evangelio llega con el Espíritu Santo. 

Amados, no nos admira si las personas se burlan del evangelio en sí mismo, o si otros lo oyen y no son conmovidos por él, porque el evangelio en sí mismo es como una espada sin el brazo de un guerrero que la sostenga. 

Ahora, cuando el Espíritu de Dios viene, el hombre ya no duda más. 

Es cuando coloca la verdad en el corazón (de manera que alma y espíritu, articulación y médula, se sumergen en ella) que los hombres son convencidos, convertidos, salvos, y la verdad es para ellos ciertamente una cosa viva. 

Clamemos, oh, amados miembros de esta iglesia, rueguen porque la palabra de Dios, nuestro evangelio, pueda venir en el Espíritu Santo.

Conclusión

Una cuarta clase para quienes la palabra llegó en un grado más elevado; porque sé agrega "y en plena convicción." 

A todos los cristianos llega en el Espíritu Santo, pero para algunos llega con un grado aún mayor de poder espiritual.

Ellos creen en el evangelio, pero no lo creen tímidamente; lo aceptan como una realidad firme, sólida, indisputable; se aferran a él como con una mano de hierro, y su propio interés en él no permanece en duda. 

No, ellos saben en quien creen, están persuadidos de que Él es capaz de guardar lo que se le ha encomendado. 

Ellos creen en Cristo con la fe de Abraham, que no titubeó ante la promesa por falta de fe. 

Las nubes y la oscuridad se han ido del cielo de ellos, y ven el éter azul claro de la presencia de Dios por encima de ellos. 

Se regocijan en el Señor siempre, y otra vez se vuelven a regocijar. 

Hay algunos así en esta congregación; bendigo a Dios por cada uno de ellos. 

Que haya muchos más; porque ustedes que poseen plena certidumbre son los hombres fuertes para el servicio. 

Teniendo la alegría del Señor en sus propias almas, ésta se convierte en su fuerza cuando salen a luchar las batallas del Maestro, porque ustedes sienten el amor del Maestro. 

Que el Señor nos dé muchos, muchos más en la iglesia, para quienes la palabra de Dios venga en el Espíritu Santo y con plena certidumbre. Así fue como llegó la palabra de Dios a ellos. 

Oremos


Ps. Jorge Macías Benitez


¡Dios les Bendice!