Serie: Con Visión hay Camino
#A231 Siguiendo a Cristo Resucitado
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Introducción
Hola buenos días, ¡Bienvenidos a esta Casa, la Casa de Dios, ¡Reino de Dios Ministerios!
Esta mañana del domingo 12 de Abril del año del Señor 2020, de mi corazón será compartido un mensaje que vió Luz desde el Trono de la Gracia por primera vez hace 140 años de los labios del llamado en aquel entonces el príncipe de los predicadores, Charles Spurgeon.
Aquella mañana del domingo 28 de Marzo de 1880, el Señor nos recordaba al respecto del Impacto Sobrenatural de Su Sacrificio en aquella Cruz y la Obra Asombrosa y Sobrenatural que con ello dio continuidad a este nuevo capitulo en la Historia.
Dice la palabra de Dios en Colosenses 3:1-2 NTV:
“1 Ya que han sido resucitados a una vida nueva con Cristo, pongan la mira en las verdades del cielo, donde Cristo está sentado en el lugar de honor, a la derecha de Dios. 2 Piensen en las cosas del cielo, no en las de la tierra.”
Amados en Cristo, queridos amigos, la resurrección de nuestro divino Señor de los muertos, es la piedra angular de la doctrina cristiana.
Incluso podría llamarla más precisamente la piedra clave del cristianismo, pues si ese hecho pudiese ser desmentido, toda la estructura del Evangelio se desplomaría.
Dice la Palabra de Dios en 1ª. Corintios 15:14,
“Si Jesucristo no resucitó, vana es entonces nuestra predicación, vana es también vuestra fe; aún estáis en vuestros pecados. Si Cristo no resucitó, entonces también los que durmieron en Cristo perecieron, y nosotros mismos, al perder una esperanza tan gloriosa como es la resurrección, somos los más dignos de conmiseración de todos los hombres.”
El titulo del mensaje esta mañana es:
Siguiendo a Cristo Resucitado
Oremos
Cristo Resucitó
Amados en Cristo, queridos amigos, debido a la gran importancia de Su resurrección, a nuestro Señor le agradó dar muchas pruebas infalibles de ella, apareciéndose una y otra vez en medio de Sus seguidores.
Por ello nos resulta mas que solo interesante averiguar cuántas veces se apareció; creo que tenemos mención de al menos dieciséis manifestaciones.
Cristo se mostró abiertamente delante de Sus Discípulos y en verdad, comió y bebió con ellos.
Ellos tocaron Sus manos y Su costado; escucharon Su voz y supieron que era el mismo Jesús que fue crucificado.
Él no se contentó con proporcionarles evidencias para los oídos y los ojos, sino que demostró al sentido del tacto incluso, la realidad de Su Resurrección.
Estas apariciones fueron muy diversas.
Algunas veces le concedió una entrevista a una persona sola, ya fuera un hombre, como Cefas, o una mujer, como Magdalena.
Él conversó con dos de Sus seguidores cuando iban camino de Emaús, y con todo el grupo de apóstoles junto al mar.
Lo encontramos en una ocasión en medio de los once, cuando las puertas estaban cerradas por miedo a los judíos, y en otra ocasión le vemos en medio de una asamblea de más de quinientos hermanos, quienes fueron años más tarde, la mayoría de ellos, testigos vivientes de ese hecho.
No podrían haber sido engañados todos ellos.
No es posible que algún hecho histórico cualquiera pudiera haber sido colocado sobre una mejor base de credibilidad, que la resurrección de nuestro Señor de los muertos.
Ese hecho está más allá de toda disputa y de toda duda, y fue así a propósito, porque es esencial para todo nuestro “sistema” cristiano.
Amados en Cristo, queridos amigos, debido a la gran importancia de Su resurrección, a nuestro Señor le agradó dar muchas pruebas infalibles de ella, apareciéndose una y otra vez en medio de Sus seguidores.
Por ello nos resulta mas que solo interesante averiguar cuántas veces se apareció; creo que tenemos mención de al menos dieciséis manifestaciones.
Cristo se mostró abiertamente delante de Sus Discípulos y en verdad, comió y bebió con ellos.
Ellos tocaron Sus manos y Su costado; escucharon Su voz y supieron que era el mismo Jesús que fue crucificado.
Él no se contentó con proporcionarles evidencias para los oídos y los ojos, sino que demostró al sentido del tacto incluso, la realidad de Su Resurrección.
Estas apariciones fueron muy diversas.
Amados en Cristo, querido amigos, no hay ninguna ordenanza en la Escritura que establezca que algún día del Señor en el año ha de ser apartado para conmemorar la resurrección de Cristo de los muertos, por esta razón: cada día del Señor es el memorial de la resurrección de nuestro Señor.
En cualquier domingo, ya sea en lo profundo del invierno, o en el calor del verano, al despertar pueden cantar:
"Hoy se levantó y partió de los muertos,
Y el imperio de Satanás cayó;
Hoy los santos Su triunfo publican,
Y cuentan todas Sus maravillas."
Amados, apartar un Domingo de Pascua para que sirva de conmemoración especial de la resurrección, es un invento humano, para el cual no hay ninguna instrucción Escritural; ahora, ¡hacer de cada domingo un Domingo de Pascua es algo que es debido a Quien resucitó temprano en el primer día de la semana!
Amado Escucha, nos congregamos en el primer día de la semana en lugar del séptimo día, porque la redención es incluso una obra mayor que la creación y más digna de conmemoración, y porque el descanso que siguió a la creación es sobrepasado por el reposo que sigue a la consumación de la redención.
Nos reunimos en el primer día de la semana, como los apóstoles, esperando que Jesús esté en medio de nosotros, y diga: "Paz a vosotros."
Nuestro Señor arrancó el día de descanso de sus viejos y herrumbrados herrajes en los que había sido colocado por la ley desde tiempos antiguos, y lo colocó sobre los nuevos herrajes de oro que Su amor había diseñado.
Él colocó nuestro día de descanso, no al final de una semana de trabajo, sino al comienzo del reposo que queda para el pueblo de Dios.
Cada primer día de la semana debemos meditar sobre la resurrección de nuestro Señor, y debemos buscar entrar en comunión con Él en Su Vida Resucitada.
Unidad y Comunión
Amados en Cristo, queridos amigos, no debemos olvidar nunca que todos lo que están en Él, resucitaron de los muertos en Su resurrección.
En orden de importancia, a la resurrección le sigue la doctrina de Cristo como cabeza quee dirige la Iglesia y la Unidad de todo Su pueblo con Él.
Es debido a que estamos en Cristo que nos volvemos partícipes de todo lo que Cristo hizo: somos circuncidados con Él, muertos con Él, enterrados con Él y resucitados con Él, porque no podemos ser separados de Él.
Somos miembros de Su cuerpo, y ningún hueso Suyo puede ser quebrado.
Debido a que esa unión es sumamente íntima, continua e indisoluble, todo lo concerniente a Él nos concierne a nosotros, y como Él resucitó, todo Su pueblo ha resucitado en Él.
El pueblo ha resucitado de 2 maneras.
Primero, representativamente.
Todos los elegidos resucitaron en Cristo el día que abandonó la tumba.
Él fue justificado, declarado limpio de todos los pasivos generados por nuestros pecados, cuando fue dejado en libertad de la cárcel de la tumba.
No había ninguna razón para detenerlo en el sepulcro, pues Él saldó las deudas de Su pueblo ya que cuando murió, “al pecado murió una vez y por todas”.
Amados, Él era nuestro rehén y nuestro representante, y cuando se liberó de Sus ataduras, fuimos liberados en Él.
Nosotros sufrimos la sentencia de la ley en nuestro Sustituto, estuvimos detenidos en su prisión, e incluso morimos bajo su sentencia de muerte, y ahora ya no estamos más bajo la maldición de la ley.
"Y si morimos con Cristo, creemos que también viviremos con él; sabiendo que Cristo, habiendo resucitado de los muertos, ya no muere; la muerte no se enseñorea más de él. Porque en cuanto murió, al pecado murió una vez por todas; mas en cuanto vive, para Dios vive."
Romanos 6:8-11
Junto con esta resurrección representativa viene también nuestra resurrección espiritual, que es nuestra tan pronto somos conducidos a creer en Jesucristo por medio de la fe.
Es entonces que se puede decir de nosotros: "Y él os dio vida a vosotros, cuando estabais muertos en vuestros delitos y pecados."
La bendición de la resurrección ha de ser perfeccionada poco a poco cuando aparezca nuestro Señor y Salvador, pues entonces nuestros cuerpos resucitarán, si durmiéremos antes de Su venida.
Él redimió nuestra condición humana en su totalidad, espíritu, alma y cuerpo, y no estará contento hasta que la resurrección que ha tenido lugar en nuestro espíritu, tenga lugar también en nuestro cuerpo.
Estos huesos secos vivirán; conjuntamente con Su cadáver resucitarán:
"Cuando se levantó y ascendió a lo alto,
Mostró a nuestros pies el camino;
Nuestra carne se remontará al Señor
En el grandioso día de la resurrección."
Amados, será entonces que conoceremos en la perfección de la belleza de nuestra resurrección, que en verdad somos completamente resucitados en Cristo, y "así como en Adán todos mueren, también en Cristo todos serán vivificados."
¡Quien dice Amen…!
Esta mañana hablaremos únicamente de nuestra comunión con Cristo en Su resurrección, en lo relativo a nuestra propia resurrección espiritual.
No quiero que me malinterpreten pensando que yo creo que la resurrección es solamente espiritual, pues una resurrección literal de los muertos ha de ocurrir todavía; pero como nuestro texto habla de la resurrección espiritual, esa es la que me esforzaré por exponer ante ustedes.
Resurrección Espiritual
Dice la Palabra de Dios:
“Si, pues, habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios.”
Colosenses 3:1
Oh Amados, aunque las palabras parecen una suposición, no tienen tal propósito.
El apóstol no lo está poniendo en duda, ni está haciendo ninguna pregunta al respecto, sino que simplemente lo expresa así como argumentación.
Podría leerse de igual manera, "si, pues, resucitaron con Cristo."
El "si" es usado lógicamente, no teológicamente; a manera de argumento, y no porque hubiese alguna duda.
Todos los que creen en Cristo, son resucitados con Cristo.
Meditemos en esta verdad.
Amados, primero estábamos "muertos en nuestros delitos y pecados", pero habiendo creído en Cristo hemos sido vivificados por el Espíritu Santo, y ya no estamos muertos más.
En aquella Posición previa, estábamos en la tumba, sujetos a quedar putrefactos; sí, algunos de nosotros ya estábamos putrefactos, las señales del gusano del pecado estaban estampadas en nuestro carácter, y de nosotros emanaba la fetidez del pecado real.
Más o menos de conformidad al lapso en el que permanecimos en esa muerte, y de acuerdo a las circunstancias que nos rodeaban, la muerte obró corrupción en nosotros.
Yacíamos en nuestra muerte, siendo totalmente incapaces de levantarnos de allí por nosotros mismos; nuestros ojos no podían ver, y nuestros oídos no podían oír; nuestro corazón no podía amar; y nuestra mano seca no podía ser extendida para tocar con fe.
Éramos incluso como aquellos que descienden al sepulcro, como los ya muertos: sólo que en esto nos encontrábamos en una peor situación que aquellos que estaban muertos efectivamente, pues éramos responsables de todas nuestras omisiones e insuficiencias.
Éramos tan culpables como si hubiéramos tenido poder, pues la pérdida del poder moral no conlleva la pérdida de la responsabilidad moral: estábamos, por tanto, en un estado de muerte espiritual del tipo más terrible.
entonces en un de repemnte de Dios, ¡Su Espíritu Santo nos visitó y nos hizo vivir!
Algunos de nosotros recordamos la primera sensación de vida; cómo parecía hormiguear en las venas de nuestra alma con un dolor agudo y amargo.
Amados, al igual que las personas que se están ahogando sufren un gran dolor cuando la vida regresa a ellas, nosotros también sentimos un gran dolor cuando el Señor irrumpe – porque así se lo permitimos – en nuestras vidas.
Fue obrada en nosotros la convicción, y la confesión de pecado, y un terror del juicio venidero y un sentido de la condenación presente.
Ahora, estas eran señales de vida, y esa vida se profundizó gradualmente y se expandió hasta que el ojo fue abierto; podíamos ver a Cristo, la mano cesó de estar seca, y la extendimos y ¡tocamos el borde de Su Manto!
Fue entonces que los pies comenzaron a moverse en el camino de la Obediencia, y el corazón sintió en su interior la dulce incandescencia del amor.
Entonces los ojos, no contentos con ver, se pusieron a llorar; y, posteriormente, cuando las lágrimas fueron secadas, brillaban y fulguraban con deleite.
Oh, hermanos míos, creyentes en Jesús, ustedes ya no están muertos espiritualmente.
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¡Han creído en Cristo, y ese grandioso acto demuestra que ya no están muertos!
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Han sido vivificados por Dios de acuerdo a la obra de Su Poder todopoderoso, que obró en Cristo cuando le resucitó de los muertos, y lo sentó a Su diestra en los lugares celestiales.
Amados, ustedes son ahora nuevas criaturas, el fruto de un segundo nacimiento, engendradas de nuevo en Cristo Jesús a una vida nueva.
Cristo es su vida; una vida que no conocieron antes, ni habrían podido conocer aparte de Él.
Si, pues, habéis resucitado con Cristo, andáis en vida nueva, mientras que el mundo permanece en la muerte.
Demos otro paso al frente: nosotros hemos resucitado con Cristo, y por eso, un cambio portentoso ha sido obrado en nosotros.
Oh Amado, Escucha, cuando los muertos resuciten, no aparecerán como son ahora.
“La semilla enterrada se levanta del suelo, pero no como semilla, ya que produce hojas verdes, y botones, y tallo, y gradualmente desarrolla flores y frutos, y de igual manera nosotros llevaremos una forma nueva, pues seremos renovados según la imagen de Él, que nos creó en justicia y santidad.”
Charles Spurgeon
Ahora, les pido que consideren el cambio que el Espíritu de Dios obra en el creyente: ¡un cambio en verdad Sobrenatural!
Antes de la regeneración, nuestra alma era como será nuestro cuerpo cuando muera; y leemos que "Se siembra en corrupción".
Había corrupción en nuestra mente y estaba trabajando irresistiblemente en favor de las cosas malvadas y ofensivas.
En muchos, la corrupción no aparecía sobre la superficie, pero estaba operando internamente; en otros, la visión de esa corrupción era conspicua y pavorosa.
Metanoia
Amados en Cristo, queridos amigos, ¡Cuán grande es el cambio!
Ahora el poder de la corrupción dentro de nosotros está quebrantado; la vida nueva lo ha vencido, pues es una simiente viva e incorruptible que vive y permanece para siempre.
La corrupción está en la vieja naturaleza, pero no puede tocar la nueva, que es nuestro yo verdadero y real.
¿Acaso no es algo grandioso ser limpiado de la inmundicia que nos habría llevado finalmente a Tofet, donde arde el fuego que nunca se apagará, y donde el gusano que no muere se alimenta de los corruptos?
Nuestro estado, nuestra posición e identidad previas eran adicionalmente como aquel que le sobreviene al cuerpo al momento de la muerte, porque era un estado de deshonra.
Ustedes saben cómo el apóstol Pablo se refirió al cuerpo: "Se siembra en deshonra"; y ciertamente, ningún cadáver encierra tal deshonra como la que descansa en el hombre que está muerto en delitos y pecados.
Vamos, Conocemos o al menos sabemos que de todas la cosas del mundo que merecen vergüenza y desprecio, un hombre de condición pecaminosa es quien más los merece.
Ese hombre desprecia a su Creador, descuida a su Salvador, elige el mal en lugar del bien, y rechaza la luz porque sus obras son malas, y por eso prefiere las tinieblas.
En el juicio de todos los espíritus puros, un hombre pecaminoso es un hombre deshonroso.
Oh Amados, cómo es cambiado el hombre cuando la Gracia de Dios obra en su interior, pues entonces es honorable.
"Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios."
¡Qué honor es este!
El propio cielo no contiene un ser más honorable que un hombre renovado.
Muy bien podemos clamar con David:
"¿Qué es el hombre, para que tengas de él memoria, y el hijo del hombre, para que lo visites?"
Salmos 8:4
Ahora, cuando en la persona de Jesús, vemos que el hombre es llevado a tener dominio sobre todas las obras de las manos de Dios, y sabemos que Jesús nos ha hecho reyes y sacerdotes para Dios, nos llenamos de asombro porque Dios nos exalte así.
El propio Señor ha dicho:
"Porque a mis ojos fuiste de gran estima, fuiste honorable, y yo te amé."
"Para vosotros, pues, los que creéis, él es un honor".
Amados , es así que podría estar expresado en el texto original. Un Cristo precioso nos hace preciosos: todos los santos reciben tal honor.
Cuando un cuerpo es enterrado, el apóstol nos dice que además "se siembra en debilidad".
El propio cuerpo muerto no puede colocarse a sí mismo en su último lecho, y son manos amigas las que han de colocarlo allí; de igual manera, nosotros éramos la debilidad total hacia todo lo bueno.
Cuando éramos los cautivos del pecado, no podíamos hacer nada bueno, tal como lo dijo nuestro Señor: "Separados de mí nada podéis hacer."
Amados en Cristo, queridos amigos, apartados de Él, éramos incapaces incluso de algún buen pensamiento.
Pero "Cristo, cuando aún éramos débiles, a su tiempo murió por los impíos"; y ahora le Conocemos y el Poder de Su Resurrección.
Dios nos ha dado el espíritu de Poder y de Amor; ¿no está escrito: "Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios"?
¡Qué poder tan asombroso es este!
Ahora nosotros "gustamos de los poderes del siglo venidero", y somos "fortalecidos con todo poder, conforme a la potencia de su gloria, para toda paciencia y longanimidad."
Amados, la fe nos ciñe con un Poder Divino, Sobrenatural, pues "al que cree todo le es posible", y cada creyente puede exclamar, sin jactancia:
"Todo lo puedo en Cristo que me fortalece."
Filipenses 4:13
¿Acaso no es maravilloso el cambio que la resurrección espiritual ha obrado en nosotros?
¿Acaso no es algo glorioso que el Poder de Dios se perfeccione en nuestra debilidad como nos dice Pablo en 2ª. Corintios 12:7-10?
El grandioso cambio tiene que ver primordialmente con otra Dimensión espiritual.
Se dice del cuerpo: "Se siembra cuerpo animal, resucitará cuerpo espiritual."
Amados, antes éramos hombres naturales y no discerníamos las cosas que son del Espíritu de Dios.
Nos interesaban las cosas terrenales y éramos movidos por concupiscencias carnales que iban tras las cosas visibles; pero, Ahora, por la Gracia divina, un espíritu ha sido creado en nosotros que se alimenta del pan espiritual, que vive para propósitos espirituales, que es inundado, Lleno, Pleno de motivos espirituales y se Goza en la Verdad espiritual.
Este cambio de lo natural a lo espiritual es de tal magnitud, que sólo Dios mismo pudo haberlo obrado, y sin embargo, lo hemos experimentado.
A Dios sea la gloria. Así que en virtud de nuestra resurrección en Cristo, hemos recibido vida y nos hemos vuelto los objetos de un cambio portentoso: "las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas."
Como consecuencia de que recibimos esta vida y experimentamos este cambio, las cosas del mundo y del pecado se convierten en una tumba para nosotros.
Para un muerto un sepulcro es un hogar tan bueno como el que podría necesitar.
Podrían llamarlo su alcoba, si quisieran; pues yace en su interior de manera tan inconsciente como si estuviese en un sueño.
Ahora, en el instante en que un muerto vive, no soportará tal alcoba; la considera una terrible cripta, un calabozo aborrecible, un insoportable osario, y debe abandonarla de inmediato.
Conclusión
Amados, cuando ustedes y yo éramos hombres naturales, y no teníamos vida espiritual, nos contentábamos con las cosas de esta vida; Ahora todo es completamente diferente.
Todo lo que anhelábamos antes era una religión meramente externa.
Una forma muerta que se amoldaba a nuestra alma muerta.
En un ejemplo y extrapolación, el judaísmo agradaba a quienes estaban bajo su yugo, en el propio comienzo del Evangelio; las lunas nuevas y los días santos y las ordenanzas tradicionales, y los ayunos y las festividades eran cosas grandiosas para quienes habían olvidado su resurrección con Cristo.
Todas esas cosas constituyen un bello mobiliario para la alcoba de un muerto; pero cuando la Vida Eterna entra en el alma, estas ordenanzas exteriores son arrojadas lejos, y el hombre que vive rasga su mortaja, rompe sus vendas enceradas, y exige los vestidos apropiados para la vida.
Así el apóstol, en el capítulo anterior a nuestro texto en Colosenses 2:8, nos dice que no permitamos que nadie nos engañe utilizando tradiciones de hombres e invenciones de un ritualismo muerto, pues estas cosas no son la porción de hombres renovados y espirituales.
Amados, todos los objetos meramente carnales se vuelven como una tumba para nosotros, ya sean placeres pecaminosos o ganancias egoístas.
Para el que está muerto, el sudario, el ataúd y la cripta son cosas apropiadas; pero basta que el cadáver viva de nuevo, y entonces no puede descansar en el féretro; hace esfuerzos desesperados para romperlo.
Miren cómo por medio de la fuerza bruta levanta la tapa, rompe sus ataduras y salta del féretro.
De igual manera, el hombre renovado por la Gracia no puede permanecer en el pecado, pues es un ataúd para él: no puede soportar los placeres malignos, pues son como un sudario; él clama por la libertad.
Cuando la resurrección llega, el hombre levanta el montículo que está sobre su tumba, y destruye el monumento y la lápida mortuoria, si hubiesen sido colocados sobre su tumba.
Hoy, en este Tiempo – y con Propósito de lo que Dios ha permitido - algunas almas están enterradas bajo una masa de justicia propia, a semejanza de hombres ricos sobre quienes se han erigido templetes de mármol; pero el creyente se desprende de todo esto, debe deshacerse de ello, pues no puede tolerar estas obras muertas.
No puede vivir de otra manera que por fe; cualquier otra vida es muerte para él.
Debe salir de su estado anterior, pues, así como una tumba no es un lugar apropiado para un hombre vivo, así también cuando somos vivificados por la Gracia, las cosas del pecado, y del yo y del sentido carnal se vuelven lúgubres catacumbas para nosotros en las que nuestra alma se siente enterrada, y de las cuales debemos salir.
¿Cómo podríamos nosotros, que hemos resucitado de la muerte del pecado, vivir por más tiempo allí?
Ahora, amados, en este momento nosotros hemos resucitado plenamente de los muertos en un sentido espiritual.
Discirnamos esto, pues nuestro Señor no experimentó la resurrección de Su cabeza mientras Sus pies permanecían en el sepulcro; sino que resucitó como un hombre entero y perfecto, vivo íntegramente.
De igual manera, nosotros hemos sido renovados en cada una de nuestras partes.
Hemos recibido, aunque quizá todavía se encuentre en su primera infancia, una perfecta vida espiritual: somos perfectos en Cristo Jesús.
En nuestro hombre interior nuestro ojo es abierto, nuestro oído es alertado, nuestra mano está activa, nuestro pie es ágil: cada una de nuestras facultades está allí, aunque todavía sea inmadura, y necesite desarrollo, y tenga todavía que contender con la vieja naturaleza muerta.
Amados, ¡lo mejor de todo es que hemos resucitado de tal manera que no moriremos más!
Oh Amados, no me cuenten más la terrible historia de que un hombre que ha recibido la vida divina puede todavía perder la gracia y perecer.
Con nuestras Biblias en la mano nosotros sabemos que no es así.
"Sabiendo que Cristo, habiendo resucitado de los muertos, ya no muere; la muerte no se enseñorea más de él", y, por tanto, quien ha recibido en él la vida de Cristo, no morirá jamás.
¿Acaso no ha dicho Él:
"El que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá; y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente"? Esta vida que Él nos ha dado, será en nosotros "una fuente de agua que salte para vida eterna."
Él mismo ha dicho:
"Yo doy a mis ovejas vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano."
En el día de nuestra resurrección, le dijimos adiós a la muerte espiritual y al sepulcro en el que dormíamos bajo el dominio del pecado.
¡Adiós, amor mortal al pecado; hemos terminado contigo! ¡Adiós, mundo muerto, mundo corrupto; hemos terminado contigo!
o Cristo nos ha resucitado.
o Cristo nos ha dado vida eterna.
o Abandonamos para siempre las terribles moradas de la muerte, y buscamos los lugares celestiales.
¡Nuestro Jesús vive, y porque Él vive, nosotros también viviremos por los siglos de los siglos!
Amados, hoy y de esta forma hes como el Señor me ha entregado el compartir nuestra propia resurrección, por medio de la cual nuestra renovación espiritual es manifestada.
Oremos
¡Dios los Bendice!
Ps. Jorge Macías Benítez
El Conocimiento de si mismo y la Luz Divina. Aquí me quede página 12