Serie: Tiempo de Transformación
#A241 Donde tienes tu Intención
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Introducción
Fuente de un sermón predicado la mañana del Domingo 22 de Abril, 1855
por Charles Haddon Spurgeon
en Exeter Hall, Strand, Londres.
Hola buenos días, ¡Bienvenidos a esta Casa, la Casa de Dios, ¡Reino de Dios Ministerios!
Fundamento:
"Por cuanto los designios de la carne son enemistad contra Dios."
Romanos 8:7
"Ya que la mente puesta en la carne es enemiga de Dios." (La Biblia de las Américas)
Amados en Cristo, queridos amigos, esta mañana del domingo 21 de junio del 2020, la Declaración hecha en nuestro Fundmaento en la Palabra de Dios es – al menos - muy solemne ya que el apóstol Pablo formula en ella, contra la mente carnal.
Él la declara enemiga de Dios.
Cuando recordamos lo que el hombre fue una vez, considerado sólo un poco menor que los ángeles, el compañero con el que Dios se paseaba en el huerto del Edén al aire del día; cuando reflexionamos que el hombre fue creado a imagen de su Hacedor, puro, sin mancha e inmaculado, no podemos menos que sentirnos amargamente afligidos al identificar una acusación como esta, proferida en contra de nosotros como raza.
Debemos dejar nuestras arpas en el clóset al oír la voz de Jehová, cuando habla solemnemente a Su criatura rebelde.
"¡Cómo caíste del cielo, hijo de la mañana!" "Tú eras el sello de la perfección, lleno de sabiduría, y acabado de hermosura. En Edén, en el huerto de Dios estuviste; de toda piedra preciosa era tu vestidura, . . . los primores de tus tamboriles y flautas estuvieron preparados para ti en el día de tu creación. Tú, querubín grande, protector, yo te puse en el santo monte de Dios, allí estuviste; en medio de las piedras de fuego te paseabas. Perfecto eras en todos tus caminos desde el día que fuiste creado, hasta que se halló en ti maldad. A causa de la multitud de tus contrataciones fuiste lleno de iniquidad, y pecaste; por lo que yo te eché del monte de Dios, y te arrojé de entre las piedras del fuego, oh querubín protector."
¡Ufff!
Amados, no se ustedes, yo me siento muy entristecido cuando contemplo las ruinas del como nuestra raza ha procedido históricamente y en estos últimos tiempos.
Pareciera se trata de una agenda intencionalmente malvada; si así fuera, ¿Qué estamos haciendo al respecto los Hijos de Dios?
Como el cartaginense que al hollar el sitio desolado de su muy amada ciudad, derramó abundantes lágrimas cuando la vio convertida en escombros por los ejércitos romanos; o como el judío que deambulaba por las desiertas calles de Jerusalén, mientras lamentaba que la reja del arado hubiese desfigurado la belleza y la gloria de esa ciudad que era el gozo de la tierra entera; así deberíamos dolernos por nosotros mismos y por nuestra raza, cuando contemplamos las ruinas de esa excelente estructura que Dios formó, esa criatura sin rival en simetría, con un intelecto sólo superado por el intelecto angélico, ese poderoso ser, el hombre, cuando contemplamos cómo cayó, y cayó, y cayó de su elevada condición, convertido en una masa de destrucción.
Amados, el título del mensaje y Ministración del Señor hoy es:
Donde tienes tu Intención
Oremos
Un Mundo Arde
Amados en Cristo, queridos amigos, de cuando en cuando podemos observar una estrella que resplandece con brillantez inusitada, para que súbitamente se desvanezca.
Es probable, que podamos pensar que se trata de un mundo que ardía a miles de millones de kilómetros de nosotros, pero aun así, los rayos de esa conflagración llegaron hasta nosotros.
En una figura similar, el silencioso mensajero de luz dio la alarma a los remotos habitantes de este globo: "¡un mundo arde!"
Ahora ¿qué importancia tiene la conflagración de un planeta distante; qué es la destrucción del elemento material del orbe más gigantesco, comparada con esta caída de la humanidad, con este naufragio de todo lo que es santo y sagrado en nosotros?
Para nosotros, en verdad, las cosas son difícilmente comparables, pues estamos profundamente interesados en una destrucción mas no en la otra.
La caída de Adán es NUESTRA caída; de hecho caímos en él y con él.
Sufrimos de igual manera; lamentamos la ruina de nuestra propia casa, deploramos la destrucción de nuestra propia ciudad.
Aun más, cuando nos detenemos para captar estas palabras escritas tan claramente que no pueden ser malinterpretadas:
"Los designios de la carne" (esos mismos designios que una vez fueron santos, y que se volvieron carnales), "son enemistad contra Dios."
Romanos 8:7-8
¡Que Dios me ayude hoy a formular intencionalmente esta denuncia contra el mundo! ¡Oh, que el Espíritu Santo nos convenza de tal modo de pecado, que unánimemente nos declaremos "culpables" delante de Dios!
Amados, no hay ninguna dificultad en la interpretación de mi mensaje: escasamente necesita una explicación.
Todos Conocemos que la palabra "carnal" implica una naturaleza pecaminosa.
Los antiguos traductores vertían el pasaje así: "la mente puesta en la carne es enemiga de Dios," es decir, la mente no regenerada, sin Metanoia, esa alma que heredamos de nuestros padres, esa naturaleza pecaminosa que nació en nosotros cuando nuestros cuerpos fueron formados por Dios.
La mente no regenerada, phronema sarkos, los deseos, las pasiones del alma; es esto lo que se apartó de Dios y se convirtió en Su enemigo.
Ahora, antes que nos adentremos en una discusión de la doctrina del texto, observemos cuán vigorosamente lo expresa el apóstol:
"Los designios de la carne," dice Romanos 8:7, "son ENEMISTAD contra Dios."
Él Señor usa un sustantivo, y no un adjetivo.
No dice que simplemente se oponen a Dios, sino que se trata de una enemistad positiva.
No es el adjetivo negro, sino el sustantivo negrura; no es enemistado sino la enemistad misma; no es corrupto, sino la corrupción; no es rebelde, sino la rebelión; no es perverso, sino la perversión misma.
El corazón aunque sea engañoso, es positivo engaño; es el mal en lo concreto, pecado en su esencia; es la destilación, la quintaesencia de todas las cosas que son viles; no es envidioso de Dios, es la envidia misma; no está enemistado, es la enemistad real.
No necesitamos decir una palabra para explicar que es "enemistad contra Dios."
El Señor en Romanos 8:7-8 no acusa a la naturaleza humana de tener simplemente una aversión al dominio, a las leyes, o a las doctrinas de Jehová; sino que asesta un golpe más profundo y más preciso.
No golpea al hombre en la cabeza, sino que penetra en su corazón; pone el hacha a la raíz del árbol, y lo declara "enemistad contra Dios," contra la persona de la Deidad, contra el Ser Supremo, contra el poderoso Hacedor de este mundo; no enemistado contra Su Biblia o contra Su Evangelio, aunque eso fuera verdad, sin contra Dios mismo, contra Su esencia, Su existencia, y Su persona.
Amados, Discirnamos las palabras del texto, pues son palabras solemnes, precisas, de Poder.
Están muy bien expresadas por ese maestro de la elocuencia, Pablo, y además, fueron dictadas por el Espíritu Santo, que enseña al hombre cómo expresarse correctamente.
Que nos ayude a interpretar este pasaje, que nos ha dado previamente para su explicación.
La Veracidad de la Declaración
Amados en Cristo, queridos amigos, primero, se nos invita a hablar sobre la veracidad, la verdad de esta gran declaración:
"los designios de la carne son enemistad contra Dios."
Amados, esta Declaración claramente no requiere de pruebas; como está escrito en la palabra de Dios, nosotros como cristianos, debiéramos tener el compromiso de Obediencia a ella.
Las palabras de la Escritura son palabras de sabiduría infinita, y si la razón es incapaz de ver el fundamento de una Declaración de la Revelación, está obligada a creer en ella muy reverentemente, pues estamos convencidos que aunque esté por encima de nuestra razón, no puede ser contraria a ella.
Aquí encuentro que está escrito en la Biblia: "Los designios de la carne son enemistad contra Dios;" eso en sí, me basta.
Ahora, si necesitara testigos convocaría a las naciones de la antigüedad; desenrollaría el volumen de historia antigua.
Les comentaría los hechos terribles de la humanidad.
Incluso, quizá conmoviera sus almas hasta el aborrecimiento, si les hablara de la crueldad de esta raza para consigo misma, si les mostrara cómo convirtió a este mundo en Acéldama por sus guerras, y lo ha inundado con sangre por sus luchas y asesinatos; si les enumerara la negra lista de vicios en que han caído naciones enteras, o les presentara los caracteres de algunos de los más eminentes filósofos, me daría vergüenza hablar de ellos y ustedes se negarían a escuchar.
Amados en cristo, queridos amigos, sería imposible que ustedes hermanos, amigos, todos queiens vena, escuche y/ó lean este mensaje y reciban Su Ministración, como refinados habitantes de un país civilizado, soportaran la mención de los crímenes que fueron cometidos por esos mismos hombres que hoy en día son ensalzados como modelos de perfección.
Me temo que si se escribiese toda la verdad, abandonaríamos la lectura de las vidas de los más poderosos héroes y de los sabios más orgullosos de la tierra, y diríamos de inmediato de todos ellos:
"Todos se desviaron, a una se hicieron inútiles; no hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno."
Romanos 3:12
Asi nos enseña el Señor mismo en su Palabra.
Los errores del creyente
Amados en Cristo, queridos amigos, si eso no fuera suficiente, quisiera hacerles ver los errores de los paganos; quisiera hablarles de la supersticiones de sus sacerdotes que han sometido a las almas a la superstición; quisiera que fueran testigos de las hórridas obscenidades, de los ritos diabólicos que constituyen las cosas más sagradas para estos ofuscados individuos.
Entonces, después que hubieran oído lo que constituye la religión natural del hombre, les pediría que me explicaran cuál sería su irreligión, su falta “increíble” de Fe.
Si esta es su devoción, su compromiso ¿cuál sería su impiedad?
Si este es su ardiente amor por la Deidad, ¿cuál sería su odio a la misma?
Estoy seguro que ustedes de inmediato confesarían, si supieran lo que es la naturaleza humana, que la denuncia está sustentada y que el mundo debe exclamar sin reservas, verazmente: "culpable".
Ahora, sin duda encuentro un argumento adicional en el hecho de que las mejores personas han sido siempre las más dispuestas a confesar su depravación.
Los hombres más santos, los que están más libres de impureza, siempre han sentido más intensamente su depravación.
El que tiene sus vestidos más blancos, percibirá mejor las manchas que les caigan.
El que posee la corona más reluciente, sabrá cuándo ha perdido una piedra preciosa.
El que da más luz al mundo, siempre será capaz de descubrir su propia oscuridad.
Los ángeles del cielo velan sus rostros; y los ángeles de Dios en la tierra, Su pueblo escogido, siempre deben velar sus rostros con la humildad, cuando se acuerdan de lo que fueron.
Escuchen a David: él no era de esos que se jactaran de una naturaleza santa y de una disposición pura.
David mismo, dice:
"He aquí, en maldad he sido formado, y en pecado me concibió mi madre."
Salmos 51:5
Amados, muchos de esos santos hombres escribieron en la Biblia, y los encontrarán a todos confesando que no eran limpios, no, ni aun uno; y uno de ellos exclamó: "¡miserable de mí! ¿quién me librará de este cuerpo de muerte?"
Testigo de la Corrupción
Amados en Cristo, voy a citar a otro testigo que dé testimonio de la veracidad de este hecho, y que decidirá la pregunta: será su propia conciencia.
¡Conciencia, te voy a poner en el asiento de los testigos para interrogarte esta mañana!
¡Conciencia, dinos la verdad! ¡No te drogues con el opio de la seguridad en ti misma! ¡Testifica la verdad!
¿Nunca oíste decir al corazón: "quisiera que no existiera Dios"?
¿Acaso todos los hombres no han deseado, algunas veces, que nuestra religión no fuera verdadera?
Aunque no han podido librar enteramente sus almas de la idea de la Deidad, ¿acaso no han deseado que no existiera Dios?
¿No han acariciado el deseo que todas estas realidades divinas resultaran ser un engaño, una farsa y una impostura?
"Sí," responde cada individuo, "eso se me ha ocurrido algunas veces; he deseado poder entregarme a la necedad. He deseado que no hubiesen leyes que me restringieran; he deseado, como el insensato, que no hubiera Dios."
Ese pasaje de los Salmos que dice:
"Dice el necio en su corazón: no hay Dios,"
Salmo 53:1
Está mal traducido.
La traducción correcta debería ser:
"Dice el necio en su corazón: no acepto a Dios.”
El necio no dice en su corazón no hay Dios, pues él sabe que hay un Dios; sino que más bien dice:
"No acepto a Dios, no necesito ningún Dios, quisiera que no existiera ninguno."
Amados, ¿quién de nosotros no ha sido tan insensato que no haya llegado a desear que no hubiera Dios?
Ahora, conciencia, ¡responde otra pregunta!
Tú has confesado que algunas veces has deseado que no existiera Dios; entonces, supón que un hombre deseara la muerte de otro.
¿Acaso no demostraría eso que lo odiaba?
Sí, lo demostraría.
Así, amigos míos, el deseo que no exista Dios, demuestra que tenemos aversión a Dios.
Cuando deseo la muerte de otro y que se pudra en su tumba; cuando deseo que fuera un non est (un ser inexistente), debo odiar a ese hombre; de otra forma no desearía que fuera un ente extinto.
Así que ese deseo (y no creo que haya existido alguien en el mundo que no lo hubiera sentido), demuestra que "los designios de la carne son enemistad contra Dios."
Universalidad del mal
Amados, tomemos nota de la universalidad de este mal.
Estamos entonces introduciéndonos en un terrenos, insondable y hasta inconmensurable.
No es una mente carnal singular, o una cierta clase de caracteres, sino "los designios de la carne."
Es un enunciado sin restricciones, que incluye a cada individuo.
Cualquier mente que pueda apropiadamente ser llamada carnal, si no ha sido espiritualizada por el Poder del Espíritu Santo de Dios, es "enemistad contra Dios."
Observemos entonces, en primer lugar, la universalidad de esto en lo relativo a todas las personas.
“Toda mente carnal en el mundo está enemistada con Dios.”
Ps. Jorge Macías Benítez
Esto no excluye ni siquiera a los bebés que se alimentan del pecho de la madre.
Nosotros los llamamos inocentes, y en realidad son inocentes de transgresiones reales, pero como dice el poeta: "en el pecho más tierno yace una piedra".
En la mente carnal de un bebé hay enemistad contra Dios; no está desarrollada, pero está allí.
Algunos afirman que los niños aprenden a pecar por imitación. Pero no: llévense a un niño, pónganlo bajo las influencias más piadosas, asegúrense que el propio aire que respire sea purificado por la piedad, que beba sorbos de santidad, que sólo escuche la voz de la oración y de la alabanza; que sus oídos se mantengan afinados por las notas del himno sagrado; y a pesar de todo ello, ese niño puede convertirse todavía en uno de los más depravados transgresores; y aunque en apariencia esté encaminado en la propia senda al cielo, descenderá directamente al abismo si no es dirigido por la gracia divina.
¡Oh, Amados, cuán cierto es que algunos que han contado con los mejores padres, se han convertido en los peores hijos; que muchos que han sido entrenados bajo los más santos auspicios, en medio de las más favorables escenas de la piedad, se han convertido, sin embargo, en libertinos y disolutos!
Así que no es por imitación, sino que es por naturaleza que el niño es malo.
Concédanme que el niño es carnal, pues mi texto dice: "los designios de la carne son enemistad contra Dios."
Conclusión
Amados en Cristo, queridos amigos, hay algunos hombres que han nacido en este mundo dotados de espíritus superiores, que caminan por todos lados como gigantes envueltos en mantos de luz y gloria.
Me estoy refiriendo a los profetas o incluso a los Apóstoles de este Tiempo del Señor – no como los originales - hombres que se destacan como colosos, más poderosos que nosotros, que parecen haber descendido de las esferas celestiales.
Hay otros de agudo intelecto, que, investigando en los misterios de la ciencia, descubren cosas que han estado ocultas desde la creación del mundo; hombres de tenaz investigación y de vasta erudición; y sin embargo, de cada uno de estos (poetas, filósofos, metafísicos y grandes descubridores), se dirá: "los designios de la carne son enemistad contra Dios."
Podrás entrenarlo, convertir su intelecto en algo casi angélico, fortalecer su alma hasta que entienda lo que constituyen enigmas para nosotros, y los descifre con sus dedos en un instante; podrás hacerlo tan poderoso que pueda entender los férreos secretos de los montes eternos y pulverizarlos con su puño; podrás darle un ojo tan perspicaz que pueda penetrar los misterios de las rocas y de las montañas; podrás agregarle un alma tan potente que pueda matar a la gigantesca Esfinge, que por muchas edades confundió a los sabios más notables; pero cuando hayas hecho todo esto, su mente será depravada y su corazón carnal, todavía estará en oposición a Dios.
Aún más, puedes llevarlo a la casa de oración; puedes exponerlo constantemente a la predicación más clara del mundo, donde oirá las doctrinas de la Gracia en toda su pureza, y predicación acompañada de santa unción; pero si esa santa unción no descansa en él, todo habría sido en vano: puede ser que asista con toda regularidad, pero al igual que la piadosa puerta de la capilla, que gira hacia adentro y hacia afuera, él seguirá siendo igual; podría tener una religión superficial externa, pero su mente carnal estará enemistada con Dios.
Ahora amados, esta no es una aseveración mía, es la declaración de la palabra de Dios, y pueden hacerla a un lado si no creen en ella; pero no discutan conmigo, ya que es el mensaje de mi Señor; y es válido para cada uno de ustedes: hombres, mujeres y niños, y para mí también, que si no somos regenerados y convertidos, si no experimentamos un cambio de corazón, nuestra mente carnal está enemistada con Dios.
Terminemos amados; algunas veces he escuchado sermones y mensajes en relación con la inclinación del pecador al mal, en los que esto se ha demostrado con mucho poder, y ciertamente el orgullo de la naturaleza humana ha sido muy humillado y abatido; pero hay algo que me parece que si se deja fuera, resulta ser una gran omisión, es decir: la doctrina que el hombre es culpable en todas estas cosas.
Si su corazón está contra Dios, debemos decirle que es su pecado; y si no puede arrepentirse, debemos mostrarle que el pecado es la única causa de su incapacidad para hacerlo, (que toda su separación de Dios es pecado), que mientras se mantenga alejado de Dios es pecado.
Me temo que muchos de los que escuche, vena o lean este mensaje y Ministración del Señor, debamos reconocer que no acusamos de ese pecado a nuestras propias conciencias.
Sí, decimos, estamos llenos de corrupción. ¡Oh!, sí.
Pero nos quedamos muy tranquilos.
Amados, hermanos míos, no deberíamos hacerlo.
Tener esas corrupciones es nuestro crimen, que debe ser confesado como un enorme mal; y si yo, como un ministro del Evangelio, no recalcara el pecado involucrado en ello, no habría encontrado su propio virus.
Habría dejado fuera la verdadera esencia, si no mostrara que es un crimen.
Así es que nuevamente, regresemos a la reflexión original y Propósito de este mensaje y la Minsitración del Señor, hoy:
¿Dónde tiene tu Intención?
Oremos
¡Dios los Bendice!
Ps. Jorge Macías Benítez