domingo, 12 de abril de 2020

#A230 Luz y Revelación de Dios

Serie: Con Visión hay Camino

 

#A230 Luz y Revelación de Dios

 

 


 

 

 

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Introducción

 

Hola buenos días, ¡Bienvenidos a esta Casa, la Casa de Dios, ¡Reino de Dios Ministerios!

 

El Conocimiento Propio del Mensaje anterior mis Amados en Cristo, queridos amigos, nos ha entregado Revelación y Comunión del Diseño y Verdad del Conocimiento que Dios quiere darnos al respecto de nosotros mismos y que sin SU Presencia, sencillamente no tiene sentido.

 

Ahora Amados, surge un par de nuevas preguntas:

·      ¿Cómo, entonces, podemos saber de qué manera nos ve Dios?

·      ¿Cómo podemos saber lo que El piensa de nosotros?

En Salmos 36:9 dice: “En tu luz veremos la luz”.

Amados La palabra “luz” se menciona dos veces con dos diferentes significados.

La primera vez se refiere a una luz específica, la luz divina, por eso dice en “tu luz”; la segunda es luz en general, y por eso no lleva adjetivo.

Es Justo ahí, el Centro del Mensaje de esta mañana:

Luz y Revelación de Dios

 

Oremos

 

Visión de la Luz Verdadera y Divina

Amados en Cristo, queridos amigos, la Luz Divina es el Conocimiento que Dios tiene, y la vista de Dios es Su Criterio.

Estar en la Luz Divina es ser iluminado y puesto en evidencia por El.

En el Salmo 36:9 Dios nos dice lo que El sabe de nosotros.

La segunda “luz” denota la verdadera condición de un asunto.

Por lo tanto, “en tu luz, veremos la luz”.

Amados, cuando recibimos Revelación de parte de Dios, Su Luz Divina resplandece sobre nosotros y nos permite ver la verdadera condición de cierto tema, esto es que Dios por medio de Su Espiritu Santo nos entrega Discernimiento al respecto de ello.

Bajo nuestra propia luz jamás veremos la luz.

Solamente en la Luz de Dios podremos ver la luz, que es Su Revelación y Discernimiento.

En Efesios 5:13 vemos claramente la función de la luz:

“Mas todas las cosas que son reprendidas, son hechas manifiestas por la luz; porque todo aquello que hace manifiestas las cosas es luz”.

Amados, la función de la Luz es poner las cosas en evidencia.

La primera Luz que se menciona en Salmos 36:9 es absoluta e imparcial y pertenece a Dios y solo emana de Él.

En esta Luz quedamos desnudos y descubiertos y no podemos evitar ver nuestra verdadera condición, que es la efímer flama inicial que vemos al estar en aquella luz.

Nosotros no sabemos lo que somos, pero una vez que la Luz Divina alumbra, nos percatamos de nuestra condición.

Es en ese momento que muchas cosas que hemos considerado buenas, cuando son expuestas por la Luz Divina, nos daremos cuenta de cuán horribles, cuan pecaminosas son para Dios.

Es muy probable y hasta común que pensemos que somos mejores que los demás; sin embargo cuando la luz ilumina nuestro ser, vemos no solamente que el pecado es pecado, sino que muchas cosas que pensábamos que eran buenas, se manifiestan también como pecado.

Amados en Cristo, queridos amigos, no debemos examinarnos a nosotros mismos, para luego informar al Señor de los resultados; por el contrario, la Luz Divina y Sobrenatural de Dios que Es en Su Espíritu Santo debe iluminarnos, entregarnos Discernimiento, Fruto de Su Espíritu Santo, Discernimiento de espíritus, Espíritu de Ciencia, por ejemplo y entonces en ello debemos confesar nuestros pecados delante de El.

Amados en Cristo, queridos amigos, hacernos un examen personal no es un acierto.

El conocimiento de uno mismo no proviene de autoexaminarse interiormente.

_______________________________________________________

“El Conocimiento de uno mismo, es Su Revelación y SOLO puede provenir de Su Luz Divina y Sobrenatural en la Llenura del Espíritu Santo.”

Ps. Jorge Macías Benítez.

_______________________________________________________

A medida que la Luz Divina va alumbrándonos, podemos ver lo que El ve en nosotros.

No tenemos que preguntarnos cómo saber cuando estamos en Presencia de Su Luz Divina, ni cómo saber si ésa es la Luz Divina, así como no necesitamos usar una vela ni una linterna para saber si el sol está en el cielo.

Amados, es tan simple – al igual que Dios – como que al vernos a nosotros mismos, automáticamente sabremos que estamos expuestos a la luz del sol y que éste ya ha salido.

Cuando tenemos un entendimiento más exacto acerca de nosotros y vemos nuestra verdadera fotografía y entendemos la condición caída de nuestra carne, sabemos que Dios nos ha dado Su Luz y que estamos bajo la Luz Divina.

Sin embargo, si el concepto que tenemos de nosotros mismos no es acertado, no nos daremos cuenta de que nuestra carne es débil, vil y corrupta como se describe en la Biblia; solo esto demuestra que no hemos recibido la Luz Divina.

Cuando ésta nos alumbra, no necesitamos preguntar dónde está la luz ni qué es, porque su manifestación es evidente.

Es como encedenr el interrupotr de la luza en la casa… ¡Capicci!

Después de que Adán comió el fruto del árbol del Conocimiento del bien y del mal, lo primero que vio fue la vergüenza de su desnudez.

Este fue el sentir de su propia conciencia.

Ahora, ¿hizo esto que temiera a Dios? No; incluso, valiéndose de sus propios esfuerzos, hizo delantales con hojas de higuera para cubrir su desnudez.

Cuando escuchó la voz de Dios que le preguntaba: “¿Dónde estás tú?”, se escondió entre los árboles del huerto tratando de escapar de la Presencia de Dios, aunque no lo logró.

El no podía depender de los delantales que había hecho y tuvo que admitir que estaba desnudo.

Lo máximo que puede resultar de examinarnos a nosotros mismos es, como en el caso de Adán, que veamos nuestra propia vergüenza.

Sin embargo, él no sintió ningún remordimiento por su pecado; y además trató de encubrirlo.

Cuando Dios lo cuestionó, Adán se conoció a sí mismo.

Cuando Dios le preguntó dónde estaba, no lo hizo porque no lo supiera, sino para que Adán se diera cuenta de dónde se hallaba.

Para que Adán Conociera Su Verdadera Posición e Identidad

Efesios 1:13-14.

Amados en Cristo, queridos amigos, quienes tenemos experiencia en esto, podemos testificar que cuando nos examinamos a nosotros mismos, aunque veamos algo malo, lo único que podemos hacer es cubrirlo usando nuestros propios medios.

En cambio, cuando la Luz Divina nos ilumina, sencillamente no podemos escondernos.

Reflexión

Cierto creyente le preguntó a un judío si quería ser salvo, y aunque éste le contestó que no, lo instó a que se arrodillara y le pidiera a Dios que le mostrara cómo era por dentro.

El hombre no sabía cuán sucio era, hasta que la Luz Divina brilló sobre él.

Cuando vio sus pecados, quería que la tierra se lo tragara.

Esto nos muestra que a fin de uno darse cuenta de que es un pecador, necesita la Luz Divina.

Amados en Cristo, antes de recibir la salvación las personas no admiten ser pecadoras.

Aunque muchos pecadores evidentemente muestran su condición como tales, no creen tener pecados.

Sólo cuando la Luz Divina brilla en ellos, se dan cuenta de cuán pecadores y viles son; la reprobación que la Luz Divina produce, hace que vean que no pueden esconderse en ningún lugar.

Muchos pecadores saben que tienen pecados porque su corazón se lo dice y lo confiesan.

Ellos tal vez se consideren personas sabias y conocedoras de sí mismas; no obstante cuando el Espíritu Santo derrama Su Luz Divina sobre ellos, se dan cuenta de que los pecados que confesaron son superficiales y que no aborrecen aquellos actos como Dios los detesta.

Después de recibir iluminación, esto es Revelación, Disciernen que sus pecados son abominables y que necesitan ser librados de ellos.

Amados en Cristo, queridos amigos:

“Los que trabajamos en la obra de Dios, no debemos tratar de convencer a los demás de sus pecados, sino que debemos Orar para que el Espíritu Santo los amoneste.

Ps. Jorge Macías Benítez.

Todo autoexamen es igualmente superficial, insuficiente y distorsionado.

“Sólo la Luz Divina y Sobrenatural de Dios, Su Revelación por medio del Espíritu Santo, puede hacer que el hombre, nosotros Sus creados veamos nuestra verdadera condición como Dios la ve.”

Ps. Jorge Macías Benítez.

Amados en Cristo, queridos amigos, si en Verdad somos creyentes día tras día nos vamos conociendo más, no por hacernos una autoevaluación, sino porque la Luz Divina nos alumbra.

Cuando esto sucede, nos damos cuenta de cuán corruptos somos.

No tengo duda de que expresamos mucho amor hacia los demás, pero cuando la Luz Divina resplandece en nosotros, descubrimos que no amamos a los demás lo suficiente.

Amados, tal vez hayamos conducido muchas personas al Señor y creamos que nuestra obra es próspera; solo reflexionemos en lo siguiente:

Cuando la luz divina nos alumbra, hallamos que nuestras obras no son más que producto de la carne, vanas e improductivas, y que no han sido realizadas por Dios.

Muchas veces pensamos sinceramente que estamos haciendo la voluntad de Dios, pero cuando Su Luz brilla, vemos que ése no era el caso.

En cierta ocasión pregunté  a una hermana en Cristo que me hablara de su experiencia con respecto a Obedecer la Voluntad de Dios.

Ella me dijo:

“Cada vez que Dios se demora en revelarme Su voluntad, me doy cuenta de que mi corazón todavía no está dispuesto a obedecerle; es posible que todavía tenga una meta errada. Muchas veces he visto que ése es el caso”.

Cuando procuramos conocer la voluntad de Dios y no encontramos respuesta, debemos pedirle que nos escudriñe – como lo hizo David -  y nos muestre si no estamos dispuestos a obedecerle.

Escucha:

Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón;

Pruébame y conoce mis pensamientos;

Y ve si hay en mí camino de perversidad,

Y guíame en el camino eterno.”

Salmos 139:23-24

Amados, cuando la Luz Divina nos alumbra, vemos nuestra verdadera condición interna.

Nosotros pensamos que siempre estamos dispuestos a obedecer a Dios, aunque nos engañamos a nosotros mismos.

Al lavarnos el rostro, ¿nos examinamos para ver si tenemos polvo blanco, manchas negras o lodo, o nos miramos siquiera en el espejo?

“La única manera de conocernos bien, es Clamar a Dios que nos ilumine con Su Luz.”

Ps. Jorge Macías Benítez

Muchas veces pensamos que nuestra intención es buena y nuestra conducta aceptable, pero cuando la Luz Divina brilla, nos damos cuenta de cuánto egoísmo y cuánta injusticia hay en nosotros.

Solo en la Luz Divina, podemos ver la luz.

 

El Creyente Maduro

Amados en Cristo, queridos amigos, la diferencia entre un creyente maduro y uno superficial, esta relacionado con la Luz Divina, con Su Relación con Dios, con Su Intimidad con el Espíritu Santo.

Bajo la Luz Divina vemos negro lo que es negro, y blanco lo que es blanco.

El creyente inmaduro ve sus faltas hasta cierto punto y sólo si llega a estar bajo la Luz Divina.

Amados, en contraste el que es maduro se conoce a sí mismo porque está constantemente bajo la Luz de Dios por medio del Espíritu Santo.

Cuando un creyente inexperto habla de su amor por el Señor y dice que se consagra totalmente a El, por experiencia sabemos que no sabe de qué está hablando.

De hecho, todavía no sabe cuán difícil es consagrarse a Dios ni cual será el resultado futuro de esa consagración; sencillamente expresa lo que siente en ese momento.

Esto es similar a la repuesta que el Señor Jesús le dio a Jacobo y a Juan cuando ellos le pidieron que les concediera sentarse uno a Su derecha y el otro a Su izquierda:

“No sabéis lo que pedís. ¿Podéis beber la copa que Yo bebo, o ser bautizados con el bautismo con que Yo soy bautizado? Ellos dijeron: Podemos”

Marcos 10:37-39

El contenido de las palabras que el Señor dijo es profundo y difícil de comprender; sin embargo, ellos se apresuraron a contestar que sí podían.

Cuando no tenemos la Luz Divina, somos como estos dos discípulos que no conocían su debilidad ni el alcance de lo que Dios nos exige.

Pensamos que podemos hacer cualquier cosa.

Cuando la luz divina nos alumbra, entendemos cómo hablamos libremente en muchos asuntos relacionados con Verdades Espirituales, Diseños de Dios y Su Reino, sin entender en absoluto qué repercusiones habrá.

Amados, la Luz Divina no sólo manifestará que lo que pensamos es bondad no lo es en Verdad, sino que también cosas que pensamos que no son buenas se manifestarán como buenas.

Muchas veces sabemos muy bien que somos débiles en ciertos aspectos, e incluso lo hacemos saber a otras personas y lo confesamos a Dios al orar, pero no tenemos el sentir de que es abominable.

Por otra parte, aunque estamos conscientes de esta debilidad, desperdiciamos nuestra vida miserablemente.

Amados, cuando la Luz Divina llega a nosotros, nos damos cuenta de que somos supremamente débiles.

Entonces sentimos desesperación y dolor por causa de esta debilidad, y nuestro corazón se aflige; comprendemos que si no somos libertados, no podremos seguir viviendo.

La diferencia en profundidad entre el conocimiento que se deriva de nuestro análisis personal y el que procede de la Luz Divina es simplemente inconmensurable.

Así que, aunque nos conozcamos interiormente, en realidad no nos conocemos bien, a menos que tengamos la Luz Divina.

El entendimiento que se deriva de la introspección, simplemente muestra lo que uno piensa que es; pero el Verdadero Conocimiento de uno mismo que se recibe por medio de la Luz Divina y Sobrenatural que solo nos es entregado por Revelación estando en Intimidad con el Espíritu Santo, demuestra cómo Dios nos ve.

El juicio que hacemos de nosotros mismos nunca es exacto como lo es el juicio que Dios hace de nosotros.

Vemos aquí la diferencia entre la Luz Divina y el conocimiento de uno mismo.  

Conclusión

Amados en Cristo, queridos amigos, esto es simplemente lo que nosotros entendemos en nuestra mente, mientras que la Luz Divina es lo que Dios conoce y nos revela por medio de Su Espíritu.

Muchos se equivocan cuando piensan que la luz de la cual habla la Biblia es conocimiento o entendimiento de hombre.

Por eso no es extraño oír que alguien tiene mucha luz, aunque su vida es caótica.

Esto no es posible, pues la luz no es entendimiento; la Luz Divina, la que nos entregada por Dios en el Espíritu Santo ¡se recibe en Visión y Revelación!

La Palabra de Dios dice que el conocimiento envanece.

Amados, cuando la Luz Divina brilla en el corazón del hombre, no lo envanece sino que lo conduce a reprobarse a sí mismo y a arrepentirse de sus hechos pasados, a aborrecer la carne y a rogar de todo corazón a Dios que lo libre de la inmundicia.

Uno puede estar lleno de conocimiento bíblico y aún así no tener la Luz Divina en el corazón; lo único que tienes en tal caso, es la cabeza llena de letra o quizá de entendimiento de hombre.

Si alguien reincide en sus antiguos pecados, puede hablar acerca de la Biblia porque tiene un entendimiento previo, pero carece de la Luz Divina.

La Luz Divina se encuentra en el Poder del Espíritu Santo, mientras que el Conocimiento de Dios, es la Luz que en Visión y Revelación, el hombre retiene en el corazón, en su espíritu y entonces en su alma, emociones y mente.

Amados, podemos encontrar entendimiento en la Biblia y también en las experiencias espirituales; ahora, el Verdadero Conocimiento sin Poder del Espíritu Santo carece de vida.

El señor Scofield dijo: “No hay nada más peligroso que separar la Verdad del Poder”.

Si la Verdad no procede del Poder del Espíritu Santo, aun cuando tengamos mucho entendimiento, carecemos de Luz y nos es imposible conocer nuestra Verdadera condición y andar por el camino que nos es propuesto.

Si ya recibimos la Luz Divina, por medio del Espíritu Santo, debemos guardarla y preservarla sin permitir que pierda su Poder.

En ocasiones, Dios nos da Luz y nos concede una percepción clara de algún asunto.

Por un tiempo parece que podemos Discernir el asunto en sus más mínimos detalles; da la impresión de que todas las cosas están claras y manifiestas, pero más adelante, a pesar de que todavía recordamos la experiencia y retenemos lo que vimos, nuestro sentir con respecto a dicho asunto no parece ser tan profundo; como si no lo viéramos tan claro como antes.

La Luz Divina ha desaparecido, y lo que queda es sólo reminiscencias; es entonces que debemos andar conforme al entendimiento de hombre que tengamos.

Sin embargo, esto no es suficiente.

La Luz hace que el hombre tenga un sentir profundo, lo cual no sucede con el entendimiento.

Es entonces que si queremos seguir este camino, es indispensable que la Luz Divina nos ilumine.

Nuestro propio sentir nos engaña o reduce nuestra convicción por el pecado.

Si procuramos la santidad siguiendo nuestro propio sentir, estaremos siguiendo a un guía ciego.

Es entonces cuando necesitamos la Luz Divina, porque sólo así se manifiesta la Verdad de cualquier asunto.

Su Luz va ligada a la forma como Dios ve nuestra condición y a lo que El dice.

Cuando Dios dice que algo está equivocado, está equivocado. Antes de que venga la luz, solamente tenemos lo que nosotros pensamos, lo cual, por supuesto, no es digno de confianza.

Nuestra vida amados, no es lo que decimos que es, sino lo que Dios dice que es.

Clamo al Señor con estas palabras: “Oh Dios, concédeme una revelación completa e ilimitada de mi, conforme a como Tu me ves”.

¡Cuán profundas son estas palabras!

En muchas ocasiones pensamos que si no vemos nada de malo en nosotros, entonces estamos bien.

Muy pocas veces nos damos cuenta de que Dios nos ve de una manera diferente.

Si no sabemos cómo nos ve El, sólo nos estaremos engañando a nosotros mismos.

Debemos tener Certeza de que seremos iluminados por la Luz Divina de tal manera que El pueda revelarnos nuestra verdadera condición.

No es posible conocernos a nosotros mismos, a menos que Dios nos ilumine, ya que no podemos confiar en nuestra propia juicio y criterio.

Oremos

 

¡Dios los Bendice!

 

Ps. Jorge Macías Benítez

  

domingo, 29 de marzo de 2020

#A229 Conocimiento Propio

Serie: Con Visión hay Camino

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Introducción

Hola buenos días, ¡Bienvenidos a esta Casa, la Casa de Dios, ¡Reino de Dios Ministerios!

El Fluir del Rio de la semana pasada Amados en Cristo, estoy seguro que a ustedes todos como a mí, nos ha dejado mucho en que Orar, Reflexionar y Discenir.

Con todo, el Mover, Su Mover continúa y Ahora nos quiere Llevar a nueva Posición y con ello Expandiendo Identidad y Territorio.

Para ello es que nos quiere introducir en un terreno poco explorado, un terreno que sin embargo debiera Ser el primero en Ser explorado:

Nuestra propia Humanidad y Ser

Amados en Cristo, queridos amigos, no podemos olvidar que hemos sido Creados a Su Imagen y conforme a Su Semejanza.

Veamos lo que nos dice Su Palabra en Génesis 1:26-28

“26 Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y señoree en los peces del mar, en las aves de los cielos, en las bestias, en toda la tierra, y en todo animal que se arrastra sobre la tierra. 27 Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó. 28 Y los bendijo Dios, y les dijo: Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra, y sojuzgadla, y señoread en los peces del mar, en las aves de los cielos, y en todas las bestias que se mueven sobre la tierra.

Este 2do. Mensaje de esta Serie: Con Visión hay Camino, lleva por título:

Conocimiento Propio

Oremos

Visión y el Auto Conocimiento

Amados en Cristo, queridos amigos, en este mensaje estudiaremos lo que significa conocerse a uno mismo.

En el Amor del Señor te invito a que Reflexionemos en algo que es desafortunadamente común.

El creyente que no se conoce a sí mismo, no Crece y Evoluciona espiritualmente pues no puede ir más allá de lo que sabe.

Ningún creyente puede ir más allá de la Visión que Dios le haya dado; así que, la vida que expresa depende de la medida de la Visión, de Revelación y no únicamente de Conocimiento que haya recibido.

Cuando desconocemos nuestras faltas y nuestra verdadera condición espiritual, no persistimos en la búsqueda de lo que sigue, ni tenemos interés en avanzar en el camino que tenemos por delante.

En la vida cristiana es muy importante examinarse, escudriñarse a uno mismo.

Dice Salmos, registrando lo que en David el Espiritu Santo movió:
Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón;
Pruébame y conoce mis pensamientos;
Salmos 139:23
Amados en Cristo, queridos amigos, sólo debemos Confiar plenamente en Dios y caminar según el Espíritu Santo, no según la carne; tarde o temprano nos damos cuenta de que en nuestra naturaleza finita estamos muy limitados y de que nuestra carne no es digna de confianza.

Es imposible llevar una vida espiritual si uno no se escuriña a sí mismo.
Ahora, ¿Cómo podemos escudriñarnos sin conocernos?

Amados, Dios tiene como Su Propósito que sepamos que nuestra carne, por ser corrupta, no puede satisfacer lo que El exige.

No vivimos en el Espíritu Santo debido - en parte - a nuestra ignorancia, a nuestra falta de auto Conocimiento.

Por desconocernos nos aprobamos, confiamos en nosotros mismos, en nuestra suficiencia y por lo tanto no tenemos idea de por qué el Señor dijo:

“Separados de Mí nada podéis hacer”
Juan 15:5

Amados, el Espíritu Santo nos fue dado para ayudarnos en nuestra debilidad; pero como ignoramos que somos débiles, no buscamos Su ayuda y como resultado, permanecemos en nuestra debilidad.

Si no sabemos quienes somos, nos tendremos confianza y estaremos seguros de nosotros mismos, pensando que somos personas capaces.

Esto nos llena de orgullo, lo cual desagrada a Dios sobremanera.

Cuando uno no se conoce a sí mismo, lleva una vida pobre desde el punto de vsita espiritual; nuestra conciencia es insensible, es irresponsable, injusta, despiadada, tensa, irascible e implacable.

Aunque la situación empeore continuamente, tendemos a sentirnos cómodos y conformes, sin percibir cuán grande es nuestro vacío, y cuán completa y valiosa es la salvación que Cristo efectúa.

En consecuencia, perdemos incontables bendiciones.

El primer requisito para avanzar es Conocerse uno mimso, pues quienes se conocen a sí mismos, Anhelan lo mejor y más.

Los que no se conocen no tienen hambre ni sed en su corazón y tampoco pueden ser llenos del Espíritu Santo.

Es absolutamente indispensable que el creyente se conozca a sí mismo.

Origen del Auto Conocimiento

Amados, en este punto surge una pregunta al menos:

¿Cómo se percatan las personas del mundo de sus errores?

El método que usan es la introspección; es decir, reflexionan sobre sus propios actos analizando lo que han hecho.

Todos en general “nos examinamos por dentro” y determinamos nuestros motivos y acciones.

La introspección se describe comúnmente como una reflexión o autoevaluación.

El hombre común no puede conocerse a sí mismo si no se examina interiormente.

He escuchado con frecuencia que muchos creyentes dicen que deben examinarse para ver si han cometido algún error.

Déjenme decirles que el creyente no se examina a sí mismo.

La introspección es un gran engaño y a perjudicado a muchos creyentes.

Debemos preguntarnos:

1.   ¿Enseña la Biblia que debemos evaluarnos a nosotros mismos?
2.   ¿Puede la reflexión ayudarnos a conocernos en verdad?
3.   ¿Trae algún beneficio examinarse a uno mismo?

Al creyente, por consiguiente, no le corresponde evaluarse a sí mismo.

¿Enseña la Biblia que debemos evaluarnos a nosotros mismos?

¿Se halla en la Biblia algún mandamiento en cuanto a escudriñarse a uno mismo?

El hermano Griffith Thomas dice que en la Biblia solamente hay dos pasajes donde se menciona el escudriñarse; no obstante, ambos se refieren a algo específico.

Vamos a ambos pasajes.

“Pero pruébese cada uno a sí mismo, y coma así del pan, y beba de la copa”
1ª. Corintios 11:28

Esta evaluación, este escudriñarse personalmente no se hace con el propósito de obtener santidad, sino que se refiere a comer el pan y beber la copa en la cena del Señor.

Amados, debemos examinarnos, escudriñarnos y ver si podemos Discernir que el pan y el vino son a Imagen y Semejanza del cuerpo y la sangre del Señor, y si estamos conscientes de su significado espiritual.

Si no lo hacemos, la cena del Señor, que debe ser un testimonio, se puede volver un simple rito.

Así que el escudriñarse al que alude este versículo se relaciona con nuestra participación de la mesa del Señor, y no sugiere que busquemos errores en nuestro interior para poder progresar espiritualmente.

Veamos amados:

“Examinaos a vosotros mismos si estáis en la fe; probaos a vosotros mismos”
2a Corintios 13:5

Este versículo, más definidamente que el anterior no nos pide que examinemos nuestra condición interior.

Este pasaje alude a algo específico; en aquellos días en Corinto, había muchos que calumniaban a Pablo diciendo que no era un apóstol.

Por lo tanto, Pablo les pidió que se examinaran a sí mismos para ver si estaban en la fe.

El parecía decir:

“Si ustedes tienen fe, eso es una prueba de que yo soy un apóstol. Si Dios no me ha llamado a ser apóstol a los gentiles, ¿cómo pueden ustedes ser salvos? Dios me llamó a predicarles el evangelio a ustedes corintios, y el hecho de que sean salvos demuestra que soy un verdadero apóstol. Si ustedes no tienen fe, entonces yo no soy un apóstol”.

Amados, este auto examen no se hace para obtener santidad, sino que se sugirió en un caso específico que se daba en Corinto, y tenía como fin ver si los corintios tenían fe.

En el Antiguo Testamento encontramos un pasaje que dice:

“Meditad bien sobre vuestros caminos” Hageo 1:5, 7

Observemos amados que este versículo no indica que debemos examinarnos a nosotros mismos, sino que meditemos sobre nuestros caminos. Este tipo de examen es externo.

También, la palabra meditar según el idioma original significa reflexionar; es decir que debemos reflexionar sobre nuestro comportamiento, no sobre nuestra condición interna.

¿Puede la reflexión ayudar a conocernos en verdad?

Aun si nos examináramos a nosotros mismos, sabemos por experiencia que es imposible conocernos del todo.

Veamos lo que la Biblia dice al respecto.

Jeremías 17:9 dice:

“Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso; ¿quién lo conocerá?”

Puesto que tal es el caso, no podemos confiar en un examen propio ni podemos evitar ser engañados por éste.

En ocasiones estamos equivocados, pero nuestro corazón nos dice lo contrario; o tal vez no lo estemos, pero debido a alguna debilidad, nuestro corazón nos dice que estamos equivocados.

Si el corazón fuera recto, podríamos usarlo como una norma; pero dado que es engañoso, no podemos ser guiados por él.

Si usamos la norma equivocada para examinarnos, es prácticamente inevitable ser engañados.

Permite que te comparta esta historia:

En cierta ocasión un hombre tomó las medidas para construir una chimenea de metal de tres metros de largo.
Cuando la chimenea estuvo lista se dio cuenta que ésta tenía treinta centímetros de más; así que le reclamó al hojalatero por este defecto, el cual midió la chimenea y le indicó que medía exactamente tres metros; sin embargo, el hombre insistía que ésta medía treinta centímetros más de lo que él había especificado.
De repente, el hojalatero notó que a la regla del hombre le faltaba un pedazo.
El hijo del dueño de la chimenea había cortado la regla con el serrucho mientras jugaba con ella, y por eso las medidas no concordaban.

Amados, al examinarnos a nosotros mismos, debemos preguntarnos primero si podemos confiar en tal juicio.

Escucha, somos corruptos y perversos a los ojos de Dios.

 ¿Cómo podemos examinarnos a nosotros mismos?

Podríamos pensar que auto examinarse es una virtud, pero en realidad, es un gran error.

La estructura de nuestra psiquis es muy compleja.

Es imposible determinar con exactitud cómo nuestros deseos, pensamientos, sentimientos y otras manifestaciones de nuestro corazón interactúan y se afectan mutuamente.

Es un proceso muy complicado; de tal modo que aun si pudiéramos examinarnos, no podríamos conocer con exactitud cómo somos.
Mientras examinamos nuestros sentimientos, no sabemos cómo actúan ni cómo se relacionan con otras áreas.

No podemos confiar en ellos, ya que el más leve cambio afecta nuestros sentimientos en innumerables maneras.

Muchas veces no entendemos claramente algún asunto, porque desconocemos nuestras propias intenciones, las cuales a su vez pueden estar teñidas por un pecado oculto o un mal pensamiento o algún prejuicio o nuestra personalidad o por otros innumerables factores.

Amados ningún conocimiento que provenga de nuestro ser es digno de confianza ya que es inexacto y extremadamente complejo.

En el caminar de nuestras vidas, nos encontramos con personas que poseen ciertas cualidades de las que no están conscientes; o con personas que no tienen ciertas cualidades y piensan que las tienen.

Por ejemplo, es común que después de ser salvo, hablemos mucho del amor cristiano.

Un mantrimonio que ha recibido a Cristo recientemente, puede estar pensando que se tienen mucho amor, pero en su hogar no tenier armonía.

¿Podemos confiar en el autoanálisis de tal persona?

Si no podemos confiar en el yo, entonces ¿qué propósito tiene examinarse a uno mismo?

En Salmos 19:12 se hace la pregunta “¿quién podrá entender sus propios errores?”

Nadie. No hay duda de que no podemos entenderlos por nuestra propia cuenta.

Beneficio y Bendición

¿Trae algún beneficio y nos bendice examinarse a uno mismo?

En la Palabra de Dios no se enseña que uno deba hacerse un examen personal.

La experiencia nos dice que no es posible hacernos un examen imparcial; así que, si persistimos en autoanalizarnos, perjudicaremos profundamente nuestra vida espiritual.

El examen que uno hace de sí mismo produce dos clases de resultados: conformismo o desánimo.

Cuando alguien se examina y cree que es muy bueno, se conforma con su condición; pero si cree que es malo, se desanima.

Dios me ha enseñado que nadie puede conocerse verdaderamente examinándose a sí mismo.

Hebreos 12:2 dice: “Puestos los ojos en Jesús”.

Amados, para poner los ojos en El uno debe apartar la mirada de cualquier otro objeto o persona.

Debemos quitar los ojos de lo que no debemos mirar, y ponerlos en lo que sí debemos contemplar.

Pienso que esta cláusula podría traducirse: “Puestos los ojos exclusivamente en Jesús”.
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“Nuestra vida espiritual se basa en que miremos a Jesús, no a nosotros mismos; si nos contemplamos a nosotros mismos y no lo obedecemos, sino no nos enfocamos en ÉL, en mirar a Jesús, sufriremos una gran pérdida espiritual.”
Ps. Jorge Macías Benítez
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Amados, Ahora Conocemos que la introspección - que es el análisis de nuestros sentimientos, intenciones y pensamientos - es bastante perjudicial.

Nuevamente, nuestro hermano Griffith Thomas dijo:

“Existe hoy un dicho común: “Por cada vez que uno se mire a sí mismo, debe mirar a Cristo diez”.”

Yo lo cambiaría por:

“Mira a Jesús once veces y no te mires a ti mismo ni una sola vez”.

Hace unos años leí una fábula acerca de un ciempiés y un sapo. El sapo le preguntó al ciempiés:

“Cuando caminas ¿cuál pie mueves primero?” Cuando el ciempiés trató de determinar con cuál pie empezaba a caminar, ya no pudo moverse.
Entonces, cansado por el esfuerzo, decidió no pensar más en ello y se despidió; cuando comenzó a caminar, trató de adivinar cuál pie había movido primero, y esto de nuevo lo inmovilizó.
De repente el sol apareció entre las nubes, y cuando el ciempiés vio los rayos, se puso muy contento y corrió a su encuentro olvidándose por completo del orden en que movía sus pies.”

Amados, esta fábula es un cuadro exacto de nuestro vivir cristiano.

Cuanto más tratamos de analizarnos a nosotros mismos, menos podemos movernos y más retrocedemos; pero cuando miramos la luz del Señor, avanzamos sin siquiera darnos cuenta.

Hace tiempo recibí un artículo de una revista inglesa llamada Los Vencedores, que hablaba de experiencias espirituales profundas.

El título del artículo era: “¿Qué es el yo?”

El escritor decía:

“El yo no es otra cosa que la reflexión y el análisis de uno mismo”.

Esta expresión es en verdad profunda y muy cierta.

En el momento en que el yo se activa, uno se encierra en sí mismo. Debemos recordar que el alma es la parte sensible del yo.

Conocimiento e Identidad que Enciende el Fuego

Después del avivamiento de Gales, un profesor de una universidad fue a ver al predicador Evan Roberts.

Después de pasar el día juntos y formularle muchas preguntas, el profesor escribió un artículo en el periódico sobre las impresiones recogidas en dicha entrevista, en el cual dijo que el señor Roberts era un hombre que no estaba consciente de sí mismo.

Nuestro fracaso es el resultado de examinarnos interiormente.

Lo único que acude a nuestra memoria es nuestra victoria o nuestro fracaso, y como resultado, Cristo no puede manifestarse libremente en nosotros.

Podemos ser victoriosos poniendo los ojos en Jesús, no en analizarnos incesantemente.

No es un asunto de eliminar los malos pensamientos y retener los buenos; ni de extirpar algo en nosotros, sino de permitir que Cristo nos llene al grado de que nos olvidemos por completo de nosotros mismos.

Cuando nos examinamos por dentro, nos detenemos
.
La Biblia no dice que prestemos atención a la manera en que corremos, sino que corramos con nuestra mirada puesta en Jesús.
Amados:

“Si en lugar de tener una verdadera comunión y entonces reflexión profunda en Unidad con Cristo en Su Espíritu Santo, lo que hacemos es autoanálisis, nuestro solo pensamiento nubla la visión.”
Ps. Jorge Macías Benítez

Cuanto más nos examinamos, sin la Presencia de Su Espíritu Santo, más nos confundimos.

Si ponemos nuestros ojos en Jesús, espontáneamente correremos la verdaera carrera de la vida hacia el cumplimiento de Su Propósito.


Conclusión

Recuerdo cuando yo estaba aprendiendo a andar en bicicleta, manejaba viendo hacia abajo.

Yo fijaba los ojos en el piso, pensando que así tendrían más control sobre la bicicleta y no perdería el equilibrio.

Pero cuanto más fijaba mis ojos en el piso, más temblaban mis manos y más fácilmente perdía el equilibrio.

Poco a poco, caída a caída, raspó a raspón, golpé a golpé – y alguna que otra espina de rosa clavada en mi cara (lo cuál es real) - , me fueron llevando a discernir el poner mi mirada en el horizonte, hacia el frente, viendo el camindo y así olvidándome de mis limitantes para poner mis sentidos en el camino.

Para mantener el equilibrio, debía fijar los ojos en el camino.

Amados, nuestra vida opera de la misma manera; cuando nos miramos a nosotros mismos, caemos.

Debemos mirar siempre adelante.

El fracaso espiritual de muchos Hijos de Dios, se debe a la introspección y la reflexión; es decir le ponen demasiada mente, pensamiento a la letra.

Escucha:

“A Dios no es necesario entenderlo; basta con que le Creas y Obedezcas”
Ps. Jorge Macías Benítez

Cuando el creyente se encierra en sí mismo para examinarse por dentro, se le hace imposible seguir adelante.

El autoexamen, aparte de no ser un mandamiento bíblico, es improductivo y nos impide progresar espiritualmente.

Aquellos que al final del día se hacen un análisis personal examinándose interiormente, se engañan a sí mismos.

El apóstol Pablo ni se juzgaba a sí mismo, ni se preocupaba por el juicio de los demás.

El dijo:

“Así que, no juzguéis nada antes de tiempo, hasta que venga el Señor, el cual sacará a luz lo oculto de las tinieblas y manifestará las intenciones de los corazones; y entonces cada uno recibirá su alabanza de Dios”
1ª. Corintios 4:5

Pablo sabía que sólo cuando el Señor ilumina con Su luz, puede uno saber lo que está bien y lo que está mal.

Si un creyente constantemente se analiza a sí mismo, fracasará, porque se sentirá orgulloso si piensa que es mejor que sus compañeros, o se desanimará si logra ver sus faltas.

Cuando el conocimiento de uno mismo impide la iluminación que procede de Dios, el resultado es muy diferente.

Hoy…¿Cómo estás tú?

Los dejo con esta Reflexión para Oración y Discernimiento y vernos la próxima semana para continuar.

Oremos

¡Dios los Bendice!

Ps. Jorge Macías Benítez